20090609 Idiotes savants. El ensimismamiento corporal.
Hay una gran
variedad en los rasgos del autismo, pero no podemos hablar de autismo sin
nombrar la incapacidad para procesar emociones ajenas, comprender los
comportamientos simbólicos y aún menos los abstractos. En algunos de los
síntomas del autismo, los individuos que lo padecen, manifiestan habilidades
brillantes en el campo de la memoria y rendimientos perceptivos específicos,
como la comprensión numérica, percepciones espaciales, habilidades musicales: “Idiotes Savants” es el término acuñado para expresar
las enormes capacidades de los autistas a pesar de su personalidad ensimismada.
Como profesor de
expresión corporal en la licenciatura de educación física, no deja de
sorprenderme la escasa capacidad de mis alumnos para ir más allá del rol de
rendimiento o de salud que se asigna al ejercicio físico voluntario. El cuerpo:
su fisiología, su configuración anatómica y los rendimientos deportivos, son
los únicos conocimientos motrices que contemplan. Si se les pide reconocer el
sentido simbólico del movimiento, aceptan si resulta divertido (y se puede
reducir a un lenguaje mudo), pero en casi ningún caso toman las riendas del
desasosiego que les genera la comunicación corporal expresiva: las
emociones del otro y para el otro, la sensibilidad, y la empatía.
No podemos
hablar de “Idiotes Savants” en sentido estricto porque si se les
guía son capaces de entender de qué estamos hablando, y algunos descubren un
interesante campo de su personalidad por explorar. Pero muchos, la mayoría,
sólo ven la experiencia expresiva como un mal que les produce inquietud y no
ponen la mínima intención de comprenderlo… y consiguen para siempre un
ensimismamiento autista en su rendimiento (experto en el mejor de los casos) que
les impide relacionar su cuerpo, extraordinariamente sensitivo, con su emoción,
su inteligencia y su creatividad.
20090709 “Idiotes savants”.
El acto motor
que no conecta con una necesidad personal más allá del rendimiento es
sospechoso a los ojos de los “ajenos”.
La imagen “infantil
y fascistilla” del entrenador o el profesor de educación física ensimismado
en sus capacidades sensitivas: formas y rendimientos, genera un estereotipo
social de estancamiento intelectual y emotivo (lean la novela Némesis de Philip
Roth).
Pero no es un
estereotipo sin fundamento. Durante años he preguntado a alumnos universitarios
de Ciencias de la
Actividad Física por
sus vivencias en el deporte y el esfuerzo, con el resultado de que la mayoría
nunca relacionó su experiencia con sus emociones. No reconocen nada en el
deporte que les haga conectar su práctica con otra necesidad que no sea la de
ganar o mejorar su rendimiento.
Así, de la
práctica expresiva sólo encuentran valores en actividades como: el aeróbic, la
gimnasia o la danza (que tanto da) acrobática. Del cuerpo como protagonista de
la estética o la comunicación sólo conciben el mimo payaso que les haga reír y
los estereotipos culturales o comerciales de la danza (programas
televisivo-garrulos, bailes de salón o discotecas…). Es decir lo que por
habilidad, estereotipo o narrativa mimética puedan entender sin esfuerzo
emocional sensible.
Incapaces de
entender el movimiento simbólico, cuando ven danza expresiva intentan hacer una
lectura de cuento infantil, de buenos y malos, príncipes y princesas, héroes y
villanos y se sienten defraudados si no entienden el trabajo, bloqueando su
capacidad de admirar, criticar o comprender.
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