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martes, 25 de julio de 2017

Corrupción en el deporte. La transición y Rafael Cortés Elvira

Poder admirar a los deportistas sin sentir vergüenza

Un ejercicio de cinismo
Últimamente no es raro ver aireadas noticias de conductas deportivas positivas: juego limpio, solidaridad, inclusión o simplemente de sentido común, difundidas con alcance nacional. Imagínense cuál debe ser el tamaño de podredumbre en el deporte para tener que convertir lo razonable en noticia. La honradez en la práctica deportiva se ha convertido en “el hombre que muerde al perro” que, por ser lo contrario de lo frecuente, “que el perro muerda al hombre”, es noticia.

Para quienes amamos el deporte (otro diferente al más comercial) nos encontramos ante la esquizofrenia de alegrarnos por la conducta plausible y la tristeza por la excepcionalidad. Y. sobre todo, por la certeza de que la difusión de estas noticias suponen una cortina de humo sobre “la corrupción masiva e impune de las estructuras deportivas y la sociedad narcotizada” que lava la cara con el recordatorio puntual de los valores sociales del deporte.

La frase anterior la he construido parafraseando un artículo de Ignacio Varela. Esta es la buena noticia, que algunas personas (no precisamente implicadas en el deporte o sus estudios universitarios), comienzan a denunciar la decrépita democracia del deporte.

Como siempre, recomiendo que se lean los artículos, aunque a mí me gustaría añadir algo a lo que dicen. No estoy totalmente de acuerdo en todo. Por ejemplo, en que el cáncer del deporte español tiene su origen en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992. En ese momento España se puso al nivel de otros países occidentales en cuanto a comercialización del deporte; pero en otros sitios, las olimpiadas, no habían causado esa conmoción. Simplemente, los juegos en 1992 llegaron a una población sin educación deportiva ni física y el éxito deportivo y comercial obnubilo a una “sociedad narcotizada” que confundió la gimnasia con la magnesia, el ejercicio, al que constitucionalmente tenemos derecho, con el espectáculo y el dinero. Y así sigue sin que nadie haga nada por cambiarlo.
Porque en lo que si estoy de acuerdo es que al deporte no ha llegado la transición democrática.