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martes, 11 de abril de 2017

David Le Breton. Elogio del caminar. Siruela 2015 -2-

El cuerpo del caminante, las ciudades y las canciones del camino.


No se puede caminar si no se tiene cuerpo, claro. Todo lo que hacemos, lo hacemos cuerpo mediante. Al caminar sudamos, nos cansamos y mejoramos nuestra capacidad para caminar más. Todo eso es muy corporal, muy físico, pero nada de eso es el objetivo de caminar. El objetivo… allá cada uno.

Yo, como todos, cada día visto un cuerpo. Un día lo visto de vago, otros de chapuzas (pintar, arañar la tierra…), de aventurero, de playero, lujurioso, de presumir, de cansado, místico, enamorado… Y para caminar, ¿qué cuerpo utilizo? Yo creo que el mismo con el que bailo o juego. El cuerpo que canta, con el que toco cualquier instrumento musical y con el que escribo o hago garabatos. Un cuerpo que me expresa, me calma y me permite ser yo mismo, es decir, no preguntarme quien soy.

Nada de lo dicho me permite decir, sin que alguien lo discuta, que caminar sea un deporte. Las aburridas y nunca concluyentes taxonomías del deporte dirían que caminar es una actividad individual que presenta incertidumbres con uno mismo y con el medio, como el ciclismo de montaña o la escalada. Sólo que el caminante lo que consigue son certezas sobre  las dimensiones del mundo, acordes a las proporciones del cuerpo.

Nos hemos puesto renacentistas y humanistas. Eso del mundo acorde a las proporciones del cuerpo tiene ecos de las proporciones áureas de Vesalio,  de Rousseau y a la naturaleza como maestro o del mismísimo Kant cuando habla de la realidad extensa y el movimiento como modo de atraparla.
¿Qué querrá decir el anuncio ese de café con leche?

Dice David Le Bretón que “caminar es una forma de conocimiento que recuerda el significado y el precio de las cosas”. Esto, desgraciadamente, le aleja de la idea común de deporte. Qué pena que el deporte no reclame para él esta trascendencia.