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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Teoría del deporte según el boxeo 1. J.R. Moehringer..

“Todo el mundo nos exhorta a luchar, a pelear, a pelear. Pero sólo los boxeadores nos enseñan a hacerlo” J.R. Moehringer. El campeón ha vuelto. Duomo 2016 
  
A mí el boxeo me emociona  y me espanta. No sé si sabría explicar por qué. Puede que a mí, que tanto me gusta el deporte, el boxeo me traiga la sensación primaria del deporte no ritualizado. Pero tengo mala conciencia por esta atracción. Tal vez por eso he buscado complicidades en la literatura. En esta tarea me he encontrado con Joyce Carol Oates, Norman Mailer, Eduardo Arroyo, Ernest Hemingway, Pasolini, Jack London. Los que no sé y muchos implicados en mayor o menor grado. Y J.R.Moehringer, que es periodista. 
El campeón ha vuelto es una historia sobre la escritura. Y del boxeo como metáfora. A partir de estas reflexiones Moehringer (al escribir) y Saterfield (un boxeador en cualquier caso) enhebran un tejido laberíntico con los motivos para escribir y las razones para luchar.

viernes, 25 de noviembre de 2016

100 metros, la película

Un lector (el lector) me envía este comentario vía E-mail sobre este blog y su contenido. Me habla sobre su vivencia en el deporte y las razones por la que persiste en su práctica (muy distante de aquella historia que conté: El deporte: una ruleta rusa). Además de reconfortarme, lo aprovecho para hacer la crónica de una película con contenido deportivo (100 metros) vista recientemente a la que no sabía cómo hincar el diente.

Querido Ratolín Gotelé:
Veo que vuelves a las andadas y además con ironías y lecturas al alcance de muy pocos. (Quiero decir que nadie suele leer ahora más de 140 caracteres, no digo ya a Zweig o Satie o Oates). Mejor aborregarse con el fútbol televisivo de sesión continua, o correr en la cinta sinfin como si eso te recompusiera, o alienarse con el Black Friday. Esa tarea intelectual tuya, como una buena autoterapia sanadora, creo que resbala bastante en los tiempos que vivimos. Mejor todo fragmentado, superficial, teledirigido, sepultado al segundo siguiente por otro reclamo, y al siguiente por otro nuevo, empapados de naderías sin ningún calado...


 Como no soy estudioso de casi nada, poco puedo aportar a tus desvaríos lectores y observadores. Ciñéndonos al juego, si puedo decir que aún hoy -después de tantos años jugando al frontón, al fútbol, al tenis y al padel casi sin remansos- a mí me ha servido para conocer mejor mi cuerpo, disfrutar a tope y usar el tarrito de su recuerdo como un bálsamo reparador. Por ejemplo, aun hoy, cuando tardo en dormirme (como cuando éramos pequeños y nos llevábamos a la almohada el recuerdo de la última peli de indios) recurro a repasar a cámara lenta la mejor jugada que completé en el último partido, el golpe de revés definitivo, la carrera para una dejada adormecida. O repaso las bromas de los compis, cada uno de su padre y de su madre, de profesiones disparísimas, pero que jugando actuamos como una fratria divertida, desinteresada y estimulante. Lejos de toda manipulación, mentira o alienación, y por supuesto de cualquier atisbo de poder o dominio (todo poder acaba matando). Y con esas friegas -cada vez más tenues- del recuerdo reciente en la pista, desaparezco de la realidad para pasar del ensueño al sueño.
En fin, sigue escribiendo. Incluso para los demás.
PD.- ¿Continúa rondándote tu propósito de ir a pie de Valencia a Toledo? Jo!

Querido Ramón Luján: Ayer vi una película malísima, de esas que invocan, con frases lapidarias, trampas lacrimógenas y épica deportiva, caer y levantarse ¡por mis hijos!, la condición sentimental del espectador. Se llama 100 metros y trata del esfuerzo de un enfermo de esclerosis múltiple que consigue acabar un Iron Man, ya sabes, un conjunto de pruebas (5000 m. nadando 100 km. en bici y un maratón) que se deben hacer de un tirón. Al salir del cine hablaba con Gloria de la desmesura del esfuerzo físico para demostrarse a uno mismo de lo que se es capaz a pesar de. Claro, es un caso real y no tengo nada que decir si a alguien le sirvió: a quien lo ha hecho enhorabuena. Pero como demostración del valor que tiene el deporte para dar sentido a la vida, es un ejemplo deplorable. Lo que haces tú: jugar, disfrutar, hablar, reír y soñar sí que es la medida humana del valor del deporte.
Un abrazo 
Sigo con la preparación del viaje vagabundo Valencia-Toledo. Empezaré en abril. Ya hablaremos de eso. 


Observaréis que el lector escribe mucho mejor que yo. Por otra parte, en otra entrada, ya decía que este blog solo lo lee dios: amigos, amores, hermanos… A algún sustancia de esa trinidad, que se mantiene anónimo porque quiere, debo esta inesperada ayuda.

jueves, 24 de noviembre de 2016

El cuerpo admirado y respetado en Walt Whitman

Yo canto al eléctrico cuerpo

Walt Whitman ensalza en toda su obra la corporeidad y la belleza del cuerpo humano. Este fragmento del poema Yo canto al eléctrico cuerpo lo utilicé muchas veces en mi docencia y en mis trabajos de expresión corporal:

El alma del cuerpo de un hombre o del cuerpo de una mujer no admite explicación,

El cuerpo del hombre es perfecto, y es perfecto el cuerpo de la mujer.

La expresión de la cara no admite explicación,
Pero la expresión de un hombre cabal no sólo está en la cara,
Está en los miembros y en las coyunturas también, está, curiosamente, en las coyunturas de las caderas y de las muñecas, 
Está en su andar, en el porte de su cuello, en la flexión del talle y de las rodillas; la ropa no la oculta;
Su fuerte y dulce identidad se abre paso a través del algodón y la brillantina,
Verlo pasar expresa tanto como el mejor poema, y acaso más,


Sería un buen objetivo para la educación física entenderlo y desarrollarlo.



miércoles, 16 de noviembre de 2016

El valor del deporte según Stefan Zweig 2

Stefan Zweig (1881-1942). Las personas se hicieron más bellas y sanas gracias al deporte  

Lo que hay que hacer es leer este libro (Stefan Zweig 2012. El mundo de ayer. Memorias de un europeo Ed. Acantilado) que nos recuerda cuales eran los valores de la construcción europea y el impulso entusiasta de quienes lo vivieron a principios del siglo XX. La primera guerra mundial sumió a Stefan Zweig en la perplejidad al ver que todavía el poder político y militar se parecía más al de la edad media que al del siglo de la ciencia y el humanismo. Luego la segunda guerra mundial le convertiría en un apátrida en la propia Europa. Tuvo que irse a Brasil, donde se suicidó en 1942.
En sus memorias, las referencias al deporte y a la educación física son unas líneas, pero su testimonio es realmente valioso. Fijaos que párrafos más esperanzadores sobre los valores del deporte antes de 1914: “…las personas se hicieron más bellas y sanas gracias al deporte, a una mejor alimentación, a la jornada laboral más corta….Los domingos, miles y miles de personas, con flamantes chaquetas sport, bajaban a toda velocidad por las laderas nevadas sobre esquís y trineos, por doquier surgían palacios de deportes y piscinas…La consigna era ser joven y vigoroso y dejarse de apariencias dignas y venerables. Las mujeres tiraron a la basura los corsés que les apretaban los pechos, renunciaron a las sombrillas y los velos, porque ya no temían al aire y al sol, se acortaron las faldas para poder mover mejor las piernas cuando jugaban al tenis… Por primera vez vi a muchachas saliendo de excursión con chicos sin institutriz y practicando deportes en una franca y confiada camaradería…”
Para él, el deporte es la educación física deseable y la gimnasia de “las escuelas” le parece detestable: “Aquel siglo no había descubierto todavía que el cuerpo joven… necesita de aire y de ejercicio físico…, dos veces por semana nos llevaban al gimnasio, con suelos de tablones de madera, donde corríamos sin ton ni son de un lado para otro, levantando a nuestro paso nubarrones de polvo; trotábamos, además, a tientas, pues las ventanas estaban cerradas a cal y canto. Así se satisfacían las necesidades higiénicas y así cumplía el Estado su deber que se resume en Mens sana in corpore sano.”
En esas condiciones la actitud de los intelectuales hacia el deporte es de prevención y él reconoce que no se dio cuenta de lo que aportaba el deporte hasta muy tarde. Cuando escribe sus memorias, en 1941, recuerda:“Tampoco sería fácil hacer entender a un joven de hoy hasta qué punto ignorábamos, y hasta despreciábamos todo lo relacionado con el deporte…, el deporte aún era considerado como una actividad de brutos de cuya práctica un bachiller más bien se debía avergonzar… A los trece años, dejé el patinaje sobre hielo y usé en la compra de libros el dinero que me daban mis padres para las clases de baile; a los dieciocho aún no sabía nadar ni bailar ni jugar al tenis; incluso hoy no sé montar en bicicleta…”.
Aunque no puede evitar una cierta burla cuando comenta la creciente comercialización: “en el siglo pasado, aún no había llegado a nuestro continente la ola deportiva. Aún no había estadios donde cien mil personas bramasen de entusiasmo cuando un boxeador descargaba un puñetazo en la mandíbula del otro; los periódicos todavía no enviaban a sus reporteros para que con fervor homérico, llenasen columnas y más columnas informando de un partido de hockey”. En cuanto a la competición deportiva adopta la distancia del “Sha de Persia, quien, cuando lo querían animar a que asistiese a un derbi, manifestó con sabiduría oriental: “¿Para qué? Ya sé que un caballo puede correr más que otro. Me es del todo indiferente cuál.”

Lo cierto es que el hubiera querido otra escuela y otra educación física: “He necesitado años y años para reencontrar el equilibrio que perdí a causa de esa hipertensión y esa avidez infantiles y para compensar en parte el inevitable abandono físico del cuerpo…

lunes, 14 de noviembre de 2016

El valor del deporte según Stefan Zweig

Stefan Zweig (1881-1942)El deporte cambió el mundo   

Al hilo de la relación de los intelectuales con el deporte que comentábamos al hablar de Pasolini y también de las esperanzas que pusieron en la popularización del incipiente deporte, como veíamos en Erik Satie, se me han venido a la memoria estas notas que tomé tras la lectura de la autobiografía de Stefan Zweig (2012). El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Ed. Acantilado). 

“Cuando hoy (1940 aprox.) veo a muchachos saliendo de escuelas y colegios, cuando los veo juntos, chicos y chicas, en una camaradería franca y despreocupada, lanzándose a toda velocidad por la nieve sobre esquís, compitiendo en la piscina con la libertad de los antiguos, corriendo por el país en automóvil…Tengo la impresión de que han transcurrido no cuarenta sino mil años entre ellos y nosotros…”
El deporte que Stefan Zweig conoció de niño y de joven estaba muy lejos de ser una actividad que mereciera su atención: “la lucha, los clubs de atletismo, los récords de pesos pesados todavía se consideraban como actividades de suburbio y formaban su público carniceros y ganapanes; como mucho, unas cuantas veces al año, las carreras de caballos, más nobles y aristocráticas, atraían al hipódromo a la llamada “buena sociedad.”
1910 Valencia, La albereda
La educación física vino al rescate del deporte y pasa a formar parte de la revolución social que se consolida a principios del siglo XX: “Quizás en ninguna otra esfera de la vida pública se produjo un cambio tan radical en el lapso de una sola generación como en el de las relaciones entre los dos sexos, y eso por una serie de factores: la emancipación de la mujer, el psicoanálisis freudiano, la educación física, la emancipación de los jóvenes”.
La igualdad entre hombres y mujeres resulta imprescindible para que la sociedad avance, y el cuerpo es la clave: “Pero ese temor a todo lo corporal y natural realmente había penetrado en todas las capas sociales, desde las superiores hasta las inferiores, con la fuerza de una verdadera neurosis. Y es que, ¿es posible imaginarse hoy que a finales del siglo (el XIX) cuando las primeras mujeres osaron montar en bicicleta o a caballo a horcajadas, los campesinos les arrojaron piedras por atrevidas?… ¿Y qué constituyese una conmoción sin precedentes el que Isadora Duncan, en sus danzas, que eran de lo más clásico, bajo la túnica blanca –que por suerte se le arremolinaba alrededor del cuerpo hasta abajo del todo-, en vez de los habituales zapatitos de seda, enseñara por primera vez las plantas desnudas de los pies?”
1910 Stefan Zweig
Es un lujo que un intelectual se refiera al deporte (en esa época), sin burla o menosprecio. Este libro no es un libro sobre deporte, es evidente, pero tal vez sea mejor, porque las referencias que hace al cuerpo y su educación nos llegan desde su memoria sin los análisis teóricos que aíslan el incipiente fenómeno (el deporte y la educación física) del ser humano y su vivencia.


Todavía volveremos sobre Stefan Zweig.

martes, 8 de noviembre de 2016

Sobre el deporte. Pier Paolo Pasolini


Hay que atender a Pasolini (1922-1975), también cuando escribe de deporte, porque creyó en él como un juego y en el juego como un derecho del pueblo que debían amparar los poderes del Estado.
Estos escritos fueron publicados entre 1957 y 1971, cuando no se habían desarrollado, al menos no tanto, la comercialización del deporte. En ellos supera la tradicional barrera interpuesta entre los intelectuales y la praxis deportiva; en algún momento de sus escritos denuncia que el deporte no ha sido objeto del análisis inteligente que se merece.
Creo que actualmente no hubiera escrito sobre deporte, simplemente por el rechazo que produce la descomunal industria y la cínica manipulación de le ética y la moral del juego. Lo insinúa en su artículo “Deporte y cancioncillas”, lo resalta Javier Bassas en el postfacio y yo mismo no he dejado de pensarlo en ningún momento de la lectura.
La aproximación de Passolini al deporte es un intento sincero y desde dentro (por su práctica como futbolista y “tifoso”) de divulgar el enorme valor que tiene el juego. Dedica sus artículos al fútbol, al ciclismo y al boxeo, deportes que considera populares por estar al alcance de la mayoría. Passolini sabe de competiciones, de ídolos y de pasiones, pero en sus escritos hay más que eso. Nos traslada la innegable condición lúdica del ser humano y la posibilidad de generar criterios sobre la sociedad y la manipulación que se ejerce sobre las personas a través de algo tan sutil y frágil como la corporeidad que aúna el placer y la salud, el deseo del éxito y de ser admirado y querido.
Quienes estudiamos la carrera de Educación Física en el INEF al principio de la década de 1970 parecíamos destinados a superar la gimnasia del Frente de Juventudes (y de la Academia de Mandos José Antonio) como disciplina ideológica del régimen franquista (murió Franco en 1975). Sin embargo, la crítica a la deriva comercial que iba tomando el deporte llegaba con cuentagotas. Únicamente José María Cagigal (1928-1983) escribía sobre estos temas, aunque con la prudencia jesuítica que le permitía seguir al frente de la institución creada a mayor gloria del falangista Samaranch.
Hubiera sido impensable, en nuestros estudios, contar con la aportación marxista de Pier Paolo Passolini. Sus escritos, que entonces hubieran sido devorados y escrutados con ansiedad, llegan ahora, cuando se lee poco y se considera superada la elaboración filosófica marxista de cualquier idea; aunque solo esté superada por la alienación, como estado ideal del pensamiento. En cualquier caso, bienvenidos por si alguien los lee, sobre todo si tiene que ver con la profesión profesoral de educación física (aunque disminuye bastante la posibilidad de lectura si pensamos en este gremio).
El viejo Topo Extra/ 5 1976. La crítica al deporte tuvo que esperar a que muriera el dictador
En el propio libro, Javier Bassas, incluye un ejercicio crítico a partir de los escritos de Passolini (Deporte y Revolución). A él remito por su sabiduría. Aunque la posibilidad de múltiples interpretaciones hace necesaria la lectura individual y crítica.

Mientras lo leía pensaba en Manuel VázquezMontalbán y José Luis Salvador.