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lunes, 18 de julio de 2016

Teoría del deporte: Joyce Carol Oates (1938- ) 3


 He escrito al principio que los escritores americanos no son ajenos al deporte. Con frecuencia, los rasgos del comportamiento deportivo de sus personajes, son definitorios de su personalidad. Joyce Carol Oates (1938- ), de quien desconozco mucho pero de quien prometo conocer más, dedica un ensayo al boxeo. No lo he leído pero leed que recesión más jugosa de Mauricio Sáenz en la revista on-line Arcadia.
“Joyce Carol Oates aclara muy temprano que no considera al boxeo un deporte, entre otras cosas porque nada en él es lúdico: “Nada que parezca pertenecer a la luz del día, al placer”. No es como el fútbol o el baloncesto, que se “juegan”. Nadie “juega” al boxeo, ni en él los hombres recrean actividades infantiles, porque los niños poco o nada tienen que ver con el boxeo. No pueden, porque la muerte siempre es un desenlace posible. En el cuadrilátero los hombres no recuerdan su infancia, sino la infancia de la humanidad.
Y si no es un deporte, ¿entonces qué es el boxeo? ¿Una ceremonia salvaje, un rito expiatorio, un espacio votivo en el que las leyes quedan suspendidas y es posible matar a un hombre pero no asesinarlo? Ninguna definición es suficiente, ni siquiera que el boxeo es la imagen más aterradora “de la agresividad colectiva de la humanidad, de su demencia histórica”.

Prometo leerlo y escribir otro día de boxeo.

Teoría del deporte: Joyce Carol Oates (1938- ) 2

Nunca volvería a jugar a hockey sobre hierba

Antes de seguir con la Teoría del deporte de Joyce Carol(Mágico, sombrío impenetrable. Alfaguara, 2015) ha llegado a mis manos, como clavo que cae del cielo cuando ejerces de martillo, la historia de Emile Laurent (El País, 9 de julio de 2016), que es la chica con mejor resultado en las pruebas de selectividad francesa. Es noticia porque se sobrepuso a un suceso de acoso durante sus estudios. Pues bien, dice: “Mucha gente dice que los buenos alumnos no hacen deporte porque se les da mal, pero en mi caso realmente tengo motivos”. Extraña información en el contexto de una noticia que no sé si lo es.
No es este el caso de Lou-Lou que abandonó el deporte, a pesar de la emoción por la admiración de su padre y, sin embargo, persistió en ella el apego agradecido a su padre por aquello del diente contado en la entrada anterior.
Tanto Emile como Lou-Lou (y Carol Joyce) son mujeres y no es baladí el detalle. Hablan del deporte como un suceso en su vida que ocurrió antes de que hablaran con la serpiente , de que pactaran con el mundo su propia ubicación. Lou-Lou deja el deporte: “La mayoría de las chicas abandonan para siempre los deportes de equipo al terminar secundaria y cuando escucha a su padre rememorar aquel suceso en el que perdió un diente, le abruma y le disgusta. “Lou-Lou, mi hija más asombrosa. No hay nada misterioso o sutil en ella, es todo corazón. No es oscura ni tortuosa. Es una atleta”. A ella no le gusta “Con frecuencia tenía la sensación de que no me conocía en absoluto; creaba una caricatura o una historieta, adornada con mi nombre”. Acaba renegando de la admiración de su padre por aquel suceso tan físico, que sólo se revela en su corporeidad. Desea otra admiración indefinida, que nunca llega.
Hay otro matiz en sus vivencias del Hockey: “Nosotras queríamos creer que nuestra profesora de Educación física, mujer de extremidades nervudas y penetrantes ojos oscuros, era por lo menos lesbiana. Que los hombres no le interesaban pero descubre que ella y su padre comparten algo más que la preocupación por la pérdida de su diente y los sorprende en una cita; “Me escandalicé y me sentí traicionada. No por mi padre sino por Tina Rodríguez… Nunca se lo contaría a mis compañeras de equipo. Nunca volvería a jugar a hockey sobre hierba.

Que el deporte sirve para muchas cosas que nada tienen que ver con el juego, que en el deporte subyacen dependencias emocionales, que las chicas abandonan el deporte antes del bachillerato, que los chicos sienten fascinación por lo físico del comportamiento, que hombres y mujeres no comparten deporte y sienten al otro sexo como extraño en las relaciones deportivas, que el deporte sigue viéndose como una traba para el desarrollo intelectual. Es más fácil encontrar estas reflexiones en una novela que en la planificación del currículo de las Facultades de Educación Física.

No es deporte, no es salud… ¡Es dinero!

A modo de homenaje a José Luis Salvador

Hay muchas cosas a las que nos acostumbramos y al fin nos parece que son como deben ser. Por ejemplo que el deporte sea un negocio y que, para el Estado, eso de que sea un derecho es una pamema. Nunca te lo van a decir así de claro.
Pero a veces se reúnen varios factores (noticias, lecturas) que van en la misma línea y hacen visible la tormenta perfecta: Una persona ata cabos y lo pone en su blog; tampoco da más de sí.
Una noticia del País (14-07-2016) titula: “el 75% de la población está muy por debajo del nivel de actividad física necesario” y concluye: El 10% del gasto sanitario se debe al sedentarismo”. No sé si necesita más comentarios. Se podría reflexionar sobre la idea de calidad de vida, sobre la contaminación, el urbanismo, el acceso a instalaciones y profesionales de la Educación física, las horas de Educación física escolar, los valores de las retransmisiones deportivas, la dependencia de los gimnasios. Pero no, el problema de que no se haga ejercicio es que cuesta dinero al estado y la culpa la tiene usted por no dedicar 30 minutos diarios a relevarnos de este gasto (que se nos ocurren mil maneras mejores de llevárnoslo a Suiza).
Unos días antes leí la columna de Carlos Boyero, Asco 9 julio 2016,  que denunciaba las campañas antitabaco relacionándolas con las cuentas de la Seguridad Social.
Ahora leo en el Facebook de Miguel Á. Delgado, el lamento de un “dependiente” del gimnasio. ¿A que lo sabíamos? Que
¡No es salud, no es educación ¡es dinero!

Lo sabíamos. Por cierto, esta filosofía (el deporte es bueno en tanto que es negocio) tiene numerosos seguidores en las Facultades de Ciencias de la Actividad Física e INEFs. Y es posible que muchos no entiendan lo que digo como algo criticable. Otros muchos sí. Por ejemplo, a José LuisSalvador, que murió un 14 de julio, ya hace tiempo, no se le escapaba ni una cuando intentaban tomarnos el pelo en materia de deporte y dinero.


domingo, 17 de julio de 2016

Teoría del deporte: Joyce Carol Oates (1938- ) 1


“¿A ti que te parece papá?”

Estaba absorto en la narración de Parricidio, el cuento de Joyce CarolOates (Mágico, sombrío impenetrable. Alfaguara, 2015) sin poder levantar la cabeza, cuando llegué a un pasaje que narra un suceso deportivo. ¡Cáspita! Pensé, los americanos hablan del deporte como algo muy integrado en sus vidas… Vamos por partes.
Parricidio cuenta cómo Lou-Lou, una mujer brillante, vive pendiente de su padre (un premio Nobel de literatura). A él dedica su vida: Amor y profesión; textualmente: “Esta es la historia de cómo una hija preferida corresponde al cariño de su padre”.
En cuanto al suceso deportivo, la propia Lou-Lou lo resume: “Yo jugaba al hockey sobre hierba y papá estaba delante de la tribuna descubierta: vino un número sorprendente de partidos aquel año; una chica me golpeó en la boca con su palo y me arrancó un diente: este de aquí. Y papa dijo: “¿Qué llevas en la mano, Lou-Lou?; y yo dije: “¿A ti que te parece papá?”, y el dijo, sin perder comba: “A mí me parecen unos cinco mil dólares, Lou-Lou. Pero tú los vales.” En otro momento explica cómo se sintió: “Estaba entusiasmada, llena de exaltación. Era un momento clave de mi vida adolescente: tenía quince años. No siempre había sido tan feliz ni me había sentido tan orgullosa de mí misma pese a mi situación privilegiada en el aprecio de padre. Ahora creía que mis compañeras se preocupaban por mí y que sabían quién era mi padre, quién era Roland Marks”.
Luego, estaba picando unas cebollas y pensando en el significado de la anécdota en el contexto de la narración, cuando escucho en la radio a Michael Robinson, que habla de un parapléjico que dice “debo todo al deporte: mi familia, mi ¿?...” Todo cosas que se derivan de la fama y el dinero. Intento establecer una relación entre el relato radiofónico y la historia de la novela, pero no cuadra. Yo también, en este mismo blog (Teoría del deporte. Agustín García Calvo 1) he contado mis inicios en el deporte y lo importante que fueron los refuerzos que obtuve. Realmente ¿Quién de los que han persistido en la práctica deportiva no ha alimentado su apego con las alabanzas de los demás? Bueno, no es malo que, cuando haces algo bien, te lo digan. Esto vale para cualquier cosa que hagas.
A los adolescentes que hacen deporte, les va muy bien estos refuerzos, y alguno hace la lectura de que lo bien hecho bien parece, y lo aplican al juego que practican sin presión, sin necesidad de prensa ni publicidad. Porque si te predispones a esperar la fama, entonces jugar no vale para nada y si fiamos la importancia en el negocio se pierde el ocio.

Los apegos vitalicios al deporte generan esperpentos porque muchos deportistas se creen que haciendo bien eso (cualquiera que sea la habilidad que exhiban) siempre les van a reír la gracia. Y asistimos perplejos al discurso de, millonarios hasta el insulto, deportistas que dicen que no se sienten queridos por la afición; suena a pitorreo y sonroja.

miércoles, 6 de julio de 2016

Tiempo de juego

A destiempo, contratiempos, pasatiempos y récords

Hasta aquí llega lo que escribí antes de 2013. De entonces hasta ahora lo que ha cambiado es el tiempo. No solo porque ha transcurrido, también la forma, si es que el tiempo tiene forma.
Entonces el tiempo no es el de ahora, porque ahora se han desmoronado los hitos que lo tabulaba (TA-BU-LA-BA). Esto parece una adivinanza: Los hitos son las obligaciones laborales y ahora no trabajo. Antes el tiempo se podía entender haciendo una cuadrícula, una tabla. En los espacios que definían las coordenadas tiempo-materia se metían las cosas que tenías que hacer y lo que quedaba fuera era tiempo libre. La mayor parte del tiempo ¡no era libre! ¿Cómo llamar a ese tiempo? ¿Sometido, productivo? Vaya lío ¿Todo lo que hacías fuera de la cuadricula no era rentable? ¿no cuenta, no cotiza? El caso es que ahora no tengo cuadrículas donde meter lo que hago, entonces  ¿No vale? Mientras me lío yo solo, estoy pensando en el jugador que lanza la pelota a la canasta después de la bocina ¡fuera del tiempo! En el deporte se puede estar fuera del tiempo. Si Einstein llega a saberlo.
En lo de medir el tiempo, el deporte mercantil se parece mucho al trabajo: si no anotas dentro del tiempo no vale; no sale en la televisión y no pagan por ello. Imaginar lo que da de sí hablar del tiempo en el deporte. Por ejemplo, antiguamente no había récords porque no había cronómetros con décimas y milésimas. ¿Cuánta gente sería la campeona del mundo si solo se contara en segundos? Hay un reloj en la Puerta del Reloj de la catedral de Toledo que solo cuenta en horas. El récord cambia mucho la forma de hacer deporte porque uno puede “competir contra el crono” que a mí parece como hacerse una paja: está bien pero no es lo mismo. Los griegos no tenían records, el que ganaba era el mejor. Los romanos eran más expeditivos, si acababas sin cabeza habías perdido.
En el siglo XVI, antes y después, se medía el tiempo de juego, pero de otra manera. Por ejemplo, un partido de Calcio podía durar todo el día, hasta que no vieran porque era de noche y, aún así ¿quien decía que no se veía lo suficiente? ¡Pues yo veo! diría el que iba perdiendo por poco. En la novela ¡Calcio! (Juan Esteban Constaín.Seix Barral 2012) el partido entre los florentinos y las huestes de Carlos V termina porque tienen que seguir la guerra ¡Parece un chiste de Gila!
Cuando yo era más pequeño, perdía el partido quien se retirara. Por ejemplo, si venía la mamá de Manolito y le cogía por la oreja ¡anda so ganso, que tienes que hacer recados! Manolito perdía el juego aunque hasta ese momento fuera ganando.

Creo que volveré sobre este tema, pero en realidad, lo que quería decir es que ahora mi tiempo no cabe en una cuadrícula y estoy hecho un lío redescubriendo la vida y el juego. Comprobando si lo que haces libre, a espaldas del tiempo, vale para algo. Tanto como escribir esto.