Translate

sábado, 22 de enero de 2022

Delphine de Vigan. Nada se opone a la noche


 Y Lucile se quedaba colgada de la cuerda, en un silencio de muerte.

Este es un relato tan intenso, con tantas implicaciones que pueden condicionar una vida, que sería tramposo pensar que de la actitud ante la clase de gimnasia de Lucile se pueda comprender algo de su personalidad confusa y, en algunos aspectos atormentada. Pero su relación con la educación física esta ahí, nombrada y descrita en las páginas del libro y no está de más leerlo con atención, por si de ella podemos aprender algo.

Tal vez, antes o después de leer este artículo, sea interesante leer el resumen del libro. Delphine de Vigan. Nada se opone a la noche. Anagrama 2012 primera edición.

Lucile, como tanta gente, no encuentra sentido vital al ejercicio, no significa nada en su vida. No le reporta ningún beneficio personal, no va a ser más querida por lo que haga, ni la salud la interpreta como un bien que haya que perseguir a costa de ningún esfuerzo. Trepar por una cuerda para llegar al final de la cuerda o esforzarse en correr más rápido para llegar antes que otros a una línea pintada en el suelo, no le reporta ningún beneficio personal. Prefiere, antes que encerrarse en un gimnasio, superar su desidia poniéndose tacones y pintándose los labios para recorrer Paris. También prefiere escribir

A Lucile no le gustaba el deporte. Tenía miedo de los balones, de las raquetas, del potro. No corría deprisa, no llegaba a lanzar el peso a más de un metro de ella, nunca atrapaba una pelota, cerraba los ojos en cuanto las cosas iban demasiado deprisa. Lucile no podía tocar el suelo con las manos sin doblar las rodillas, ni hacer el puente, ni inclinar el cuerpo hacia delante para agarrarse los pies cuando estaba sentada. Nunca supo hacer la rueda, ni la gacela, ni el pino.