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El deportista perfecto

Nuestro personaje andaba. En uno de sus recorridos pasaba por enfrente de mi casa y cuando le veíamos, a pesar de las ganas de hablar con él, no le llamábamos porque sabíamos que llevaba tiempos y distancias en su cabeza. Me hizo caso e incluyó en sus rutinas la repetición y la mejora : ¡el hombre que camina deprisa! Oí que le llamaba un niño del barrio.
Pero no tenía sentido la mejora por la mejora. Encuadernó una libreta para anotar sus procesos de trabajo y el esfuerzo que le costaba pero su contenido era sobre todo literario; caminar más y mejor era una herramienta para poder recorrer caminos sin fin. Sólo porque caminar era impulsar su vida.
Caminar, ajustando el paso al pulso del deseo; como el paso del caballo pudo inspirar el canto a un jinete, el de las bielas del tren un blues a un pasajero, el chirriar del eje de una carreta el canto de un arriero o el monótono giro de una trilla una monodia casi mística. El y yo nos sabíamos canciones de caminos y caminantes y a veces los musitábamos mientras caminábamos. Si uno tarareaba “Y prendido a la magia de los caminos…” el otro podía seguir y cantar juntos durante muchos kilómetros.
Caminar también daba de sí para leer. De su biblioteca, como mínimo leí: Elogio del caminar de David le BretonAndar.Una filosofía, Frédéric GrosDespacio,despacio, Maria NovoElogio de la lentitud, Carl Honoré y Teoría del viaje, Michel Onfray. De todos ellos comentamos frases. De Andar: “Andar no es un deporte”. Convenimos que lo que quería decir es que no es como jugar al fútbol: ni se vence ni se derrota, ni siquiera se empata.
En estas lecturas hay también una curiosidad imparable por la filosofía y la literatura. Y, como no por la geografía y la historia. Quedó en el tintero (más bien en sus piernas) el viaje desde Toledo a las Navas de Tolosa. No hizo el camino aunque viajó por archivos y bibliotecas.
Manolo, mi hermano, también era músico, hábil encuadernador y sofista impenitente. Sus melodías preferidas eran las que contenían la cadencia de su paso (Pablo, su maestro y amigo, cree que In A Sentimental Mood, era la melodía que le definía). Encuadernaba cuadernos y libros de viajes. Esos viajes inverosímiles de miles de kilómetros en el siglo XVIII. Caminar día tras día era su intención y no se quedó con las ganas. Creo que yo seguiré su impulso caminando desde Valencia hasta Toledo. La conversación sobre viajes y lugares la tenía con tutti quanti pero con quien más hablaba era con Cesar. Luego aprendió italiano para hablar más y con más gente.
Manolo caminó con su mujer, sus hermanos, hermanas y sus amigos y, paso a paso, dio sentido deportivo al caminar, si por ello entendemos el juego que evoluciona contigo a lo largo de la vida y te impulsa en el conocimiento de ti, de los demás y del paisaje.



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