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Teoría del juego según Andrés Berlanga

El juego después de haber jugado

No sé cuantos juegos proyectamos, mil juegos inventamos. Daba lo mismo hacer una película en súper ocho, montar un teatro infantil, cocinar arroz con leche o ver quien lanzaba una piedra más cerca de otra en la playa. En la competición era como un niño y había que andar con cuidado porque te cambiaba las reglas a mitad del juego con tal de no perder.
Deportes practicaba, además del fútbol juvenil, todos lo que consistieran en pegar a una pelota con una raqueta. Donde otros recurren a los profesores y a la técnica, él lo fiaba a la naturalidad; golpeaba la pelota como quien da sartenazos a un moscón que zumba en su camino. Cuando jugábamos, lo único que yo conseguía era devolverle la pelota y que él, sin moverse del sitio, me la devolviera al otro lado de la pista; y yo otra vez a correr como un zascandil.
Andrés era más jugador que deportista. Lo que le pedía al juego eran momentos diferentes, una arcadia con reglas pactadas entre los jugadores. Momentos para olvidar las exigencias laborales de ser responsable, coherente, sabio, eficaz, convencional….
Ganó la partida, y consiguió que en su vida hubiera más de compromiso con el juego que de compromiso productivo. Más compromiso con el ocio que con el negocio. Por ejemplo: El teatro que escribía se representaba solo una vez, para poner distancias con los afanes profesionales. Tampoco se agobiaba con la escritura y no iba más allá de lo que le removiera las tripas. Pronto dejó de competir en deportes con rivales y solo jugaba con amigos. Sus aficiones escénicas como espectador no le llevaban más allá del interés que le permitía disfrutar más del espectáculo. Las condiciones del juego llevadas a la vida. Así vivió él y estaba orgulloso de ello.
Estos últimos días nos dictó reglas lúdicas para lo que debía pasar después de que muriera. Pero no es fácil este juego para los que nos quedamos. Ahora, cuando lanzo la pelota nadie me la devuelve y no sé que voy a hacer. Ni a él ni a mí, nos gustó nunca jugar solos en un frontón.
Pero esto lo dijo muy bien él mismo en aquella entrada del blog que firmó como Ramón Luján.

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