Hay que atender a Pasolini (1922-1975), también cuando escribe de deporte,
porque creyó en él como un juego y en el juego como un derecho del pueblo que
debían amparar los poderes del Estado.
Estos escritos fueron publicados entre 1957 y 1971, cuando no se habían desarrollado, al menos no tanto, la comercialización del
deporte. En ellos supera la tradicional barrera interpuesta entre los
intelectuales y la praxis deportiva; en algún momento de sus escritos denuncia
que el deporte no ha sido objeto del análisis inteligente que se merece.
Creo que actualmente no hubiera escrito sobre
deporte, simplemente por el rechazo que produce la descomunal industria y la
cínica manipulación de le ética y la moral del juego. Lo insinúa en su artículo
“Deporte y cancioncillas”, lo resalta Javier Bassas en el postfacio y yo mismo
no he dejado de pensarlo en ningún momento de la lectura.
La aproximación de Passolini al deporte es un
intento sincero y desde dentro (por su práctica como futbolista y “tifoso”) de
divulgar el enorme valor que tiene el juego. Dedica sus artículos al fútbol, al
ciclismo y al boxeo, deportes que considera populares por estar al alcance de
la mayoría. Passolini sabe de competiciones, de ídolos y de pasiones, pero en
sus escritos hay más que eso. Nos traslada la innegable condición lúdica del
ser humano y la posibilidad de generar criterios sobre la sociedad y la
manipulación que se ejerce sobre las personas a través de algo tan sutil y
frágil como la corporeidad que aúna el placer y la salud, el deseo del éxito y
de ser admirado y querido.
Quienes estudiamos la carrera de Educación Física
en el INEF al principio de la década de 1970 parecíamos destinados a superar la
gimnasia del Frente de Juventudes (y de la Academia de Mandos José Antonio) como disciplina ideológica del
régimen franquista (murió Franco en 1975). Sin embargo, la crítica a la deriva
comercial que iba tomando el deporte llegaba con cuentagotas. Únicamente José María Cagigal (1928-1983) escribía sobre estos temas, aunque con la
prudencia jesuítica que le permitía seguir al frente de la institución creada a
mayor gloria del falangista Samaranch.
Hubiera sido impensable, en nuestros estudios,
contar con la aportación marxista de Pier Paolo Passolini. Sus escritos, que
entonces hubieran sido devorados y escrutados con ansiedad, llegan ahora,
cuando se lee poco y se considera superada la elaboración filosófica marxista
de cualquier idea; aunque solo esté superada por la alienación, como estado
ideal del pensamiento. En cualquier caso, bienvenidos por si alguien los lee,
sobre todo si tiene que ver con la profesión profesoral de educación física
(aunque disminuye bastante la posibilidad de lectura si pensamos en este
gremio).
El viejo Topo Extra/ 5 1976. La crítica al deporte tuvo que esperar a que muriera el dictador |
En el propio libro, Javier Bassas, incluye un ejercicio crítico a
partir de los escritos de Passolini (Deporte y Revolución). A él remito por su
sabiduría. Aunque la posibilidad de múltiples interpretaciones hace necesaria
la lectura individual y crítica.
Mientras lo leía pensaba en Manuel VázquezMontalbán y José Luis Salvador.
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