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lunes, 17 de septiembre de 2018

Carlos Zanón. ¿Qué es ser futbolero?


Carlos Zanón: Futboleros y escribidores


 De la orgía de literatura sobre deporte que se desencadena cada vez que hay una Olimpiada o un Campeonato del Mundo de Fútbol, yo hago una selección poco rigurosa. En primer lugar, mis hábitos lectores me tiene que poner el articulo ante los ojos y, después, algo me tiene que llamar la atención, en este caso es el autor de quien había oído hablar. Algo suyo leí.

El caso es que Carlos Zanón escribió en el País dos artículos sobre fútbol: uno cuando se iban a jugar las semifinales, y otro en vísperas de la final. El primero se llama Pasión por una lavadora y el segundo Gloria y fracaso. Tópicos y lugares comunes, pensé. Aunque no estaba de acuerdo con la afirmación de que en el funcionamiento de una lavadora, que lo compara con el estilo de juego de los equipos semifinalistas, no haya pasión. Eso es porque no ha sacado a su lavadora de su encastre, la ha puesto en un pasillo junto a otra y ha programado el centrifugado para ver cuál de las dos corre más. Yo he visto una carrera de lavadoras en el bar de Moe en Los Simpson. Seguro que no se le ha ocurrido hacer el amor sobre una lavadora cuando está centrifugando (cuatro millones y medio de entradas en Internet).

Ya había desechado ninguna aportación de sus artículos cuando, en el último párrafo, vi que se autodenominaba futbolero. Como no estoy de acuerdo con la definición que da la Real Academia del significado (Perteneciente o relativo al fútbol. Persona aficionada al fútbol o que practica este deporte) decidí ver a que se refiere el escritor (ni se me ocurriría decir escribidor) cuando se autodenomina futbolero. Deduzco que, al futbolero:

domingo, 9 de septiembre de 2018

Carlos Marzal: El poeta, el fútbol y los toros


Carlo Marzal escribe sobre fútbol ¿Por qué?

 Al fútbol se juega todo el año en todas partes, pero los días que dura el Campeonato del Mundo de Fútbol, el terreno de las letras se convierte en una especie de barbería de la posguerra en las que era obligatorio hablar de fútbol o de toros, para evitar la tentación de hablar de política.

Carlos Marzal, que es poeta, y bueno en esto, también dedica una columna al fútbol en el Levante EMV de 30 de junio de 2018. La futboliada titula, en referencia, no sé si culta o burlona, a La Iliada o a las Olimpiadas. 

El poeta empieza el artículo exponiendo una teoría evolutiva al modo de Piaget. “El futbol es un fenómenos de masas en el que las masas participan desde la niñez. El impulso de pegarle una patada a algo… constituye un absoluto” (Y nombra a Kant y Schopenhauer ¡para lo que han quedado!). Les aseguro que no hay que irse tan lejos. En el Instituto Nacional de Educación Física de Madrid, en el año 1974 aproximadamente, esa misma era la teoría con la que Miguel Muñoz, entrenador del Real Madrid, abría su docencia sobre fútbol con el siguiente discurso: El fútbol es instintivo. Un niño ve venir una pelota rodando y no la coge con la mano, le da una patada; y si la pelota pasa por una puerta dice ¡Gol! Eso se llama instinto de gol. Esto último lo dijo sonriente, cuando notó el regocijo generalizado. En una muestra de honradez dimitió de su docencia antes de acabar el curso.

Otra razón de su artículo, puede ser sociológica y geopolítica. Nombra los momentos en que jugar al fútbol puede provocar una distensión política: los partidos entre enemigos en las pausas de las guerras. Nombra también en las ocasiones en las que se juega en condiciones extremas de penuria. Pero la distensión no es una virtud del fútbol, sino del juego. Hay ejemplos conocidos de política del tenis de mesa, del rugby, del cricket.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Quiero que pierdan todas las selecciones nacionales

Levante EMV 30 de junio de 2018


Ya hace mucho que se jugó el Campeonato Mundial de Fútbol. Esos días escribe tanta gente de fútbol que apabullan los argumentos críticos, no es fácil separar el trigo de la paja y, como además es verano, dejas de lado las fatigas de escribir y te tumbas a la bartola. Así, meciéndome panza arriba, a la brisa generosa de un treinta de junio de Xàbia, ojeaba un Levante EMV. En la portada Jorge Rodríguez, alcalde de Ontinyent sospechoso de alguna trapacería, se da un baño de adhesiones incondicionales sonriente ¿Por qué sonríe? Tres bebés ahogados frente a las costas de Libia. Vísperas del partido de España contra Rusia, que evoca el gol de Marcelino de 1964 y el subidón del honor patrio de la dictadura. Parece un periódico de aquella década.

Pasolini no hubiera escrito actualmente sobre deporte, simplemente por el rechazo que produce la descomunal industria y la cínica manipulación de le ética y la moral del juego. A mí me pasa algo parecido, rechazo el deporte cuando me apabullan con él a mayor gloria de la patria y el negocio.

Cuando me creía inmune al fervor mundialista, varios artículos que hablan de fútbol y deporte, de muy distinta índole, me llaman la atención, los leo y decido guardar el periódico para ver si en otro momento se me ocurre algo que escribir.

En la página cinco, Josep L. Pitarch se sincera y dice lo que tantos piensan y dicen en petit comité: Vull que perda la roja. Quiere que pierda la selección española por la hartura de exhibicionismo españolista, el patriotismo descerebrado, la imbecilidad en la vestimenta, los sentimientos identitarios desnortados. A mí me gusta el argumento, que Pitarch no dice, de que si eliminan a la Selección, entonces solo quedamos viendo el fútbol los que nos gusta el fútbol. El columnista dice que “el fútbol se la bufa”, aunque no lo parece.