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miércoles, 6 de julio de 2016

Tiempo de juego

A destiempo, contratiempos, pasatiempos y récords

Hasta aquí llega lo que escribí antes de 2013. De entonces hasta ahora lo que ha cambiado es el tiempo. No solo porque ha transcurrido, también la forma, si es que el tiempo tiene forma.
Entonces el tiempo no es el de ahora, porque ahora se han desmoronado los hitos que lo tabulaba (TA-BU-LA-BA). Esto parece una adivinanza: Los hitos son las obligaciones laborales y ahora no trabajo. Antes el tiempo se podía entender haciendo una cuadrícula, una tabla. En los espacios que definían las coordenadas tiempo-materia se metían las cosas que tenías que hacer y lo que quedaba fuera era tiempo libre. La mayor parte del tiempo ¡no era libre! ¿Cómo llamar a ese tiempo? ¿Sometido, productivo? Vaya lío ¿Todo lo que hacías fuera de la cuadricula no era rentable? ¿no cuenta, no cotiza? El caso es que ahora no tengo cuadrículas donde meter lo que hago, entonces  ¿No vale? Mientras me lío yo solo, estoy pensando en el jugador que lanza la pelota a la canasta después de la bocina ¡fuera del tiempo! En el deporte se puede estar fuera del tiempo. Si Einstein llega a saberlo.
En lo de medir el tiempo, el deporte mercantil se parece mucho al trabajo: si no anotas dentro del tiempo no vale; no sale en la televisión y no pagan por ello. Imaginar lo que da de sí hablar del tiempo en el deporte. Por ejemplo, antiguamente no había récords porque no había cronómetros con décimas y milésimas. ¿Cuánta gente sería la campeona del mundo si solo se contara en segundos? Hay un reloj en la Puerta del Reloj de la catedral de Toledo que solo cuenta en horas. El récord cambia mucho la forma de hacer deporte porque uno puede “competir contra el crono” que a mí parece como hacerse una paja: está bien pero no es lo mismo. Los griegos no tenían records, el que ganaba era el mejor. Los romanos eran más expeditivos, si acababas sin cabeza habías perdido.
En el siglo XVI, antes y después, se medía el tiempo de juego, pero de otra manera. Por ejemplo, un partido de Calcio podía durar todo el día, hasta que no vieran porque era de noche y, aún así ¿quien decía que no se veía lo suficiente? ¡Pues yo veo! diría el que iba perdiendo por poco. En la novela ¡Calcio! (Juan Esteban Constaín.Seix Barral 2012) el partido entre los florentinos y las huestes de Carlos V termina porque tienen que seguir la guerra ¡Parece un chiste de Gila!
Cuando yo era más pequeño, perdía el partido quien se retirara. Por ejemplo, si venía la mamá de Manolito y le cogía por la oreja ¡anda so ganso, que tienes que hacer recados! Manolito perdía el juego aunque hasta ese momento fuera ganando.

Creo que volveré sobre este tema, pero en realidad, lo que quería decir es que ahora mi tiempo no cabe en una cuadrícula y estoy hecho un lío redescubriendo la vida y el juego. Comprobando si lo que haces libre, a espaldas del tiempo, vale para algo. Tanto como escribir esto.

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