A modo de homenaje a José Luis Salvador.
Hay muchas cosas a las que nos acostumbramos y al fin nos parece que son como deben ser. Por ejemplo que el deporte sea un negocio y que, para el Estado, eso de que sea un derecho es una pamema. Nunca te lo van a decir así de claro.
Pero a veces se reúnen varios
factores (noticias, lecturas) que van en la misma línea y hacen visible la
tormenta perfecta: Una persona ata cabos y lo pone en su blog; tampoco da más
de sí.
Una noticia del País (14-07-2016)
titula: “el 75% de la población está muy
por debajo del nivel de actividad física necesario” y concluye: “El
10% del gasto sanitario se debe al sedentarismo”. No sé si necesita más
comentarios. Se podría reflexionar sobre la idea de calidad de vida, sobre la
contaminación, el urbanismo, el acceso a instalaciones y profesionales de la
Educación física, las horas de Educación física escolar, los valores de las
retransmisiones deportivas, la dependencia de los gimnasios. Pero no, el problema
de que no se haga ejercicio es que cuesta dinero al estado y la culpa la tiene
usted por no dedicar 30 minutos diarios a relevarnos de este gasto (que se nos
ocurren mil maneras mejores de llevárnoslo a Suiza).
Unos días antes leí la columna de
Carlos Boyero, Asco 9 julio 2016, que denunciaba las campañas antitabaco relacionándolas con las cuentas de la
Seguridad Social.
Ahora leo en el Facebook de
Miguel Á. Delgado, el lamento de un “dependiente” del gimnasio. ¿A que lo sabíamos? Que
¡No es salud, no es educación ¡es dinero!
Lo sabíamos. Por cierto, esta
filosofía (el deporte es bueno en tanto que es negocio) tiene numerosos
seguidores en las Facultades de Ciencias de la Actividad Física e INEFs. Y es posible que muchos no entiendan lo que digo como algo criticable. Otros
muchos sí. Por ejemplo, a José LuisSalvador, que murió un 14 de julio, ya hace
tiempo, no se le escapaba ni una cuando intentaban tomarnos el pelo en materia
de deporte y dinero.
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