El cuerpo, la palabra y la memoria.
Desde que nacemos cambiamos y no nos preocupamos de las
razones, creces y creces y no pides explicaciones a tu cuerpo. No necesitas gimnasia
ni tutores, creces y ya está. Pero no siempre es así, a veces, después de haber
crecido, haber caminado, bailado, incluso, quien sabe, haber hecho juegos de
manos o piruetas, el cuerpo se detiene o se alborota, se desbaratan las
habilidades cotidianas como coger una cuchara, levantarte para abrir la puerta,
echarte las manos a la cabeza. No contabas con eso, con tener que prestar
atención a cada paso que das. Entonces ¿Qué pasa? De eso nos habla Begonya
Mezquita en su poemario Feridura. La feridura es la denominación
catalana del ictus.
A pesar de ser lector de poesía, se me escapa el criterio por el que pueda evaluar una obra poética, no lo intentaré. Feridura me ha emocionado y, al leerlo, me he visto inmerso en la expresión de un momento vital que entendí que tenía mucho de vivencia corporal. El poemario es una llamada, un grito, sobre la importancia de la percepción corporal en la conciencia de ser.