Vania, escenas de la vida. De Chéjov. Dir. Àlex Rigola
Antes de entrar, no sé por qué, estábamos hablando de los
ejercicios físicos que hacen los actores para prepararse y constituyen el
entrenamiento del actor. Y cuando entramos al cajón en el que se representaba
la obra, allí estaban Ariadna Gil, Irene Escolar, Gonzalo Cunill y Luis Bermejo
intentando mantener en alto un globo impulsándolo con la cabeza. Dije a María
José que eso era un ejercicio típico de entrenamiento de actor, pero no
hablamos más porque ya estábamos en nuestras localidades y, aunque la obra no
había empezado, la presencia de los actores induce al silencio.
Empezaron a hablar y que bellas voces y que texto tan
bonito. Qué bien construido el discurso y que bien dicho. Pero poco a poco,
unos actores más que otros, empezaron a bajar el tono de voz y, a pesar de la
proximidad en aquel cajón, que nos habían avisado que podía ser claustrofóbico,
ya no les oíamos bien. Previsor y sordo, saqué del bolsillo unos audífonos y la
voz volvió a mí. Aún así a veces… casi que no oía. Pensaba en lo mal que lo
estaría pasando mi amigo que tampoco oye bien. Luego vi que mucha gente no se
enteraba y se distraía. Para todos era un consuelo cuando hablaba Ariadna Gil
que, sin perder la intimidad ni la melancolía del discurso, se hacía oír sin
artificios.
Golpear un globo con la cabeza te obliga a mirar al objeto de
tu atención, mantener la espalda recta y la cabeza erguida si quieres impulsarlo hacia arriba y tener conciencia de dónde está el compañero para cumplir con el
objetivo compartido de que no caiga al suelo. Si se hace mientras se recita un
texto, un diálogo, te obliga a unificar el objetivo espacial con el discurso,
tal vez con una emoción. Se le puede dotar de más sentidos a ese ejercicio tan
simple. Es un buen ejercicio que ayuda a mejorar la presencia del actor en
escena. Si intentas impulsar el globo con el aliento te ayuda a proyectar la voz.
A lo que íbamos, no se oía bien
y, por mucho que alguna vanguardia parezca decir lo contrario, eso no puede ser
bueno.
***
Ya lo decía Ignacio Meras, en el siglo XVIII en El arte del teatro, 1783, mejor de lo que lo pueda decir yo: “El
medio de hacer salir la voz con un sonido lleno, dulce y natural, es uno de los
estudios más necesarios para el teatro… Un estudio continuado consigue dar al
garguero mucho más flexibilidad que no tiene naturalmente”. Después habla de
declamación que aclara como los antiguos entendían mal la palabra declamación y
que no consiste en gritar, y concluye que “no es la fuerza de la voz la que
forma el grito, y sí la manera de producir el sonido…” Vamos, que no es necesario
hablar al cuello de la camisa para que se entienda intimidad o melancolía.
Lo mejor es leerlo en ese enlace
que doy, que para eso la Biblioteca Cervantes se ha preocupado de ponerlo
visible para todos.
https://www.pinterest.es/pin/336362665897403246/ |
Luego el libro sigue explicando
cual es la manera de representar los humores y los sentimientos. Esta idea la
recoge despues Delsarte (1811-1871) que se ocupó de conectar el
gesto con la voz y las emociones. Su aportación, que inspiró a las vanguardias
de la danza y el teatro, se sistematizó a finales del siglo XIX en una llamada
“gimnasia Delsarte” que dejó su influencia en la gimnasia artística (hay que
pensar en la gimnasia artística de principios del siglo XX no el más difícil
todavía de la contemporánea).
https://www.pinterest.es/pin/336362665897403712/ |
La voz, como secuela de la
respiración, es una de las cualidades del ser humano que fue objeto de la
educación física. También el canto y la declamación que aparecen en los
primeros tratados de calistenia del siglo XIX pero que hace referencia a
realidades más antiguas, como es la evidencia de que se incluían entre los
juegos griegos de la antigüedad clásica.
Todo esto al hilo de que en la
representación de Vania que comento, no se oía fácilmente y si uno se tiene que
esforzar mucho en oír pierde la finura de un texto inteligente y profundo. Y
eso no puede ser bueno.
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