El piano y la calistenia
Orquesta Nacional de España. 25 de noviembre de 2017. Dir. Pedro Halffter Caro. Piano Joaquín Achúcarro.Gimnasia de las profesiones. Dr. Sainbraun |
Creo que el primer uso que hice de la razón fue para que me
gustara la música, pues bien, desde que tengo uso de razón musical, supe de
Joaquín Achúcarro. Virtud de mi madre, que tenía la tendencia a admirar a los
artistas y a los científicos, y aunque seguramente nunca lo había escuchado, de
alguna manera debía saber que era prodigio desde niño y si venía al caso lo
nombraba. El caso es que forma parte de mi vida de la manera vaga con que se
incorpora a la memoria a quien solamente se escucha de y de quien se oye
hablar.
Pues bien, ahora, cuando él tiene ochenta y cinco años y yo
sesenta y siete hemos coincidido en el Auditorio de Música de Madrid. Empezó el
concierto y, por razones que tienen que ver con la emoción y la belleza que no
me resultaría fácil explicar, me olvidé de todo. Dejé caer la mirada sobre el
pianista. Desde mi localidad no se ve el movimiento virtuoso de las manos, ni
falta que hace; nunca me fijé en la mecánica que agita la emoción. Ya sé que
cuesta mucho entrenamiento mover los dedos con esa agilidad, pero no es eso lo
que voy a admirar a un concierto. Sus brazos y sus manos parecían conectar los
sonidos de toda la orquesta con su cuerpo, que se agitaba compacto, sin
intención expresiva, como sacudido por descargas eléctricas. Creí que podía
caerse de tan inestable que era su equilibrio.
Entonces empecé a pensar en la corporeidad, la conciencia
corporal o la educación física de los pianistas; de los pianistas buenos. Tuve
algunas ideas tópicas: la misión del cuerpo será no entorpecer la expresión que
se intenta. Puesto en positivo sería que el cuerpo facilite el flujo de las ideas.
Deberían amar su cuerpo, permitirle que se exprese, no reprimirle, pensé. Con
esto tuve bastante porque puede intuirse que no es poca la complejidad de las
ideas.
Todo lo demás, sobre su educación física lo dice él y lo he
leído en dos entrevistas: una de cuando tenía ochenta años y otra
de este año, con ochenta y cinco.
“…tocar el piano, además de la enorme
concentración mental que requiere, es un hecho muscular y que, por tanto, hay
que tener los músculos preparados…” Luego hace alusión al dolor y las
lesiones.
“…el sonido tiene sus
leyes y el cuerpo tiene las suyas, y se trata de conjugarlas sin castigar los
músculos.”
Joaquín Achúcarro muestra sensibilidad al deporte y, a
veces, habla de él como algo ajeno a su ejercicio profesional y próximo a la
idea de superación personal que se atribuye a la competición deportiva: (“Nado
y monto en bici… subo pendientes del ocho
y el diez por ciento todavía”) y, si no fuera músico, dice que tal vez
fuera buzo, piloto o tener una relación grande con el mar.
Es consciente de que el deporte que hace tiene un valor
instrumental que le permite seguir tocando a los ochenta y cinco años: “No puedo dejarlo: lo tendré que dejar en algún momento, pero de momento
continúo; intento estar en buena forma, ser avaro con mis energías para
gastarlas en el momento oportuno”. Entiende que esta actitud es aplicable a la vida.
Terminó el Concierto
para la mano izquierda de Ravel y con la última nota se puso en pie de un
bote, como si hubiera accionado un resorte en su banco, y casi se come al
estirado Pedro Halffter.
***
A grande rasgos, la calistenia es un sistema de ejercicios
que se centra de forma analítica en los grupos musculares que se quieren
entrenar. Se desarrolló durante el siglo XIX y a principios del siglo XX
adquirió prestigio como modo de intervención regeneracionista. Encontró una
razón de su aplicación en la llamada “Gimnasia de las profesiones”. Entre ellas se
proponía su uso para los músicos y artistas que se les suponía viciados por
ejercer una profesión que producía desequilibrios en el desarrollo corporal.
También se desarrollaron métodos para mejorar las capacidades de los pianistas. En nombre de la incipiente ciencia del entrenamiento se diseñaron auténticos instrumentos de tortura para fortalecer a los pianistas.
También se desarrollaron métodos para mejorar las capacidades de los pianistas. En nombre de la incipiente ciencia del entrenamiento se diseñaron auténticos instrumentos de tortura para fortalecer a los pianistas.
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