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domingo, 10 de marzo de 2024

Ángel Ganivet y Don Pío Cid

Los trabajos del infatigable creador Don Pío Cid. El libro Aguilar 1998

Ángel Ganivet (1865-1898), independientemente de si fue precursor o miembro de la generación de escritores del 98, participa del intento literario de poner remedio intelectual y político a la decadencia del país y se suma a la corriente regeneracionista, incluso antes de que se produzcan los desastres del 98. Su posición tienen que ver con una visión literaria de los males que aquejan a la patria, y atribuye a sus personajes conductas que responden a un amplio abanico de razones que justifican un esfuerzo de regeneración ante la corrupción del país. Ahora nos referiremos a Don Pío Cid en el relato de su infatigable creación (Publicada en 1898, el mismo año de su muerte).

De los trabajos del infatigable Pío Cid no se deducen pensamientos ni deseos de entender lo que la gimnasia y el deporte, tan novedoso y presente en la época, pudieran aportar a la intención regeneracionista. Así que la regeneración de la patria, argumento recurrente en su conducta, tienen que ver con el ejercicio intelectual, espiritual y la práctica política.

La regeneración llegará por el orgullo intelectual...” y “recuperar el vigor espiritual para regenerar la patria...” (págs 154 y 170) Es lo que se necesita y a lo que Don Pío dedicará su esfuerzo. En aprender y enseñar a leer (pág. 34) pone su esperanza regeneradora y, cuando enseña a un analfabeto, reflexiona “A ratos pienso que quien está en mi cabecera no es un pobre sirviente sino España entera, toda España, que viene a aprender a leer, escribir y pensar...” 

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Pero el escritor y diplomático es hijo de su tiempo y en la segunda mitad del siglo XIX, la presencia del ejercicio físico y la pretensión de que la gimnasia puede poner su granito de arena a la regeneración del país es evidente y está en la literatura y en la vida cotidiana de todo occidente. Él observa esta posibilidad con un cierto desdén y para zanjar una discusión hace una referencia irónica al uso de la fuerza para imponer la razón y propone “un duelo con las armas más primitivas del hombre, con las manos. Vamos a echar un pulso y al que venza por ser el más fuerte se le da la razón, aunque no la tenga” (54)

Y sin dar ninguna explicación, cuando nos habíamos hecho una imagen tópica de un personaje enclenque y encorvado, don Pío se convierte en un forzudo que exhibe su fortaleza en desafíos tabernarios de pulso. A no ser que la perfección intelectual del personaje, incluya tener una fuerza extraordinaria, casi mágica, no se explica de donde proviene la fuerza de don Pío. Entre sus rivales locales nadie le hace sombra, sin embargo “el más capaz, el único que resiste un poco su fuerza en un pulso es un inglés, gimnasta y ciclista”. Y no se entiende si lo que quiere decir es que los españoles son una raza degenerada, y que por tanto necesita regeneración, también en lo físico, o es un guiño a una cultura, la anglosajona, que ha sabido integrar al sportman sin detrimento de su cultura. En cualquier caso es evidente que el mundo del esfuerzo deportivo le resulta bastante ajeno y tiende a buscar la burla y el desprecio hacia su ejercicio.

Por mucho que interese el vigor del cuerpo, más debe interesar el del espíritu, y no comprendo como son tan pocos los que practican la gimnasia espiritual” (181) Y se pierde en disquisiciones sobre lo pernicioso de moverse, en caballo o bicicleta demasiado deprisa. En un momento dado, en el que juzga el carácter de una mujer le atribuye una seguridad falsa “como usted tiene movimientos varoniles, sueltos y vigorosos, como de quien ejercita mucho la fuerza en la equitación o la gimnasia” (172). Lo deja claro, para él la gimnasia es sospechosa de pertenecer al mundo de la naturaleza salvaje del hombre. Entendiendo lo salvaje como lo no culto o espiritual. “Un hombre en quien la actividad excesiva ha destruido el hábito de la concentración es un salvaje...” (181). Para Ángel Ganivet, la gimnasia es solo un pasatiempo, una moda más inconveniente que eficaz para el desarrollo que la patria necesita.

Como no puede negar que el cuerpo y sus manifestaciones existan quiere dejar claro que “el sentido muscular o de la resistencia” podría ser el sexto sentido que, cuando lo ejercemos, es “la puerta abierta por donde llegue a mí el azar, que juega y se divierte con todos nosotros, cuando nos abandonamos a él”. Lo muscular, para Don Pío, “Son variedades del tacto, y aunque sea un sentido distinto a los demás, no tiene importancia mayor”.

Este odio, de un escritor y diplomático brillante, al cuerpo y en cierto modo al mundo que le rodea, tal vez encuentre explicación en su formación intelectual y espiritual. También es posible que aquel suceso infantil, aquella fractura que, a los diez años, le impidió jugar y le dejo renqueante de por vida tenga algo que ver con su distancia con el esfuerzo físico. No es la intención de esta pequeña reseña penetrar en las razones del escritor. Lo que si es evidente que son muchos los intelectuales que abundan en su distancia con el ejercicio gimnástico y el deporte por multitud de razones que no siempre son capaces de hilar con coherencia.

De esta misma época recogimos las referencia al juego y el deporte en La Regenta (1884), de Leopoldo Alas (1852-1901)


 

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