Juan
de Dios Román
Revolviendo escritos
antiguos y hurgando en la memoria, me encontré con unas anotaciones vagas que
hacían referencia a una conversación que íbamos a tener con Juan de Dios Román. Planteaban cuestiones que un
grupo de alumnos suyos del INEF de Madrid, teníamos interés en que nos
aclarara.
—¿Se puede enseñar lo mismo
sin truenos en la voz, sin alguna expresión faltona, sin cogerte del brazo como si
te hubieran cogido con una tenaza, sin invadir tu espacio, sin arrollarte…?
Sobre estas notas
volveremos luego. El caso es que en esos días que revolvía mis armarios, leí un
artículo de Juan de Dios en El País, en el que, al hilo del
nombramiento de la presidenta del Consejo Superior de Deportes, reflexiona
sobre las relaciones tortuosas entre el deporte y la cultura.
Él fue mi profesor de
Balonmano entre 1973 y 1975. Uno de esos profesores que, tras la primera
impresión, o lo amas o te espanta. Yo estuve más cerca del espanto. Juan de Dios es licenciado en Filosofía y Letras, que era una carrera más bien cursi en el
imaginario de los estudios universitarios de entonces. También entrenador del
equipo de balonmano de éxito en aquellos años, el Atlético de Madrid. Y la
pregunta era (y es) ¿En qué momento de la razón humanista y filosófica se
entiende que la acción deportiva, adecuada en la forma y la ocasión, se
convierte en pensamiento e idea? En palabras más sencillas ¿Cómo puede ser que
este tío tan bruto sea una persona instruida y culta?
Construyó una
asignatura perfectamente sistematizada y progresiva. Busqué mis apuntes de
entonces, pero como no los encontraba, se los pedí a David Ayora, que es más organizado
que yo y, además de guardarlos de forma ordenada, seguro que eran buenos. Efectivamente,
los encontró y eran mejores que lo que yo recuerdo de los míos (aunque me
confesó que esa era la única asignatura que había suspendido en la carrera).
Partiendo de lo más
básico, sin dar puntada sin hilo, sin derivaciones pretenciosas ni
doctrinarias, puro balonmano, construye una asignatura perfectamente
inteligible, física, onomatopéyica que te crea la ilusión, y la certeza, de
saber balonmano. Incluso las personas con manos pequeñas, habituados a golpear
el balón con los pies, remar o correr en solitario, todos sus alumnos, nos
atrevimos a enseñar este deporte.
Propongo releer algunas
claves de su docencia que entenderemos todos sus alumnos y, tal vez, todos los
profesores de educación física de todo el mundo. Así se convierte un juego en
conocimiento.
—Ataque y defensa. Un jugador en ataque es un círculo y en defensa
un triángulo. Supongo que no lo inventó él. Pero nosotros lo aprendimos de él. Por
otra parte, la existencia de un grupo de ataque y uno de defensa, determina la
existencia de un sistema que consiste en la colaboración de todo el equipo para
conseguir el objetivo, hacer gol o que no te hagan gol. Parece baladí, pero
cualquier trabajo de equipo explicado desde esta lógica sencilla, es fácil de
entender. Esta sencilla premisa es fundamental para construir cualquier sistema
que quieras que funcione y también los avatares que se producen para conseguir esos
objetivos.
—La adaptación del balón y el armado del brazo. No se puede hacer
nada, si antes no has metido el balón en la mano. Es lo mismo que dice el
refrán, más vale pájaro en mano que
ciento volando, solo que llevado a la práctica de algo en lo que quieres
progresar. Por supuesto nos enseñaba como separar los dedos, en que dirección y
entrenábamos la fuerza que nos facilitara la adaptación. Después armar el
brazo. Ese era el momento de la amenaza, lo que obliga a los defensores a
atacar el balón, el objeto del deseo. Luego tiras o no tiras, fintas o vuelves
atrás, pero sin el balón adaptado y el brazo armado, nadie te toma en serio.
Pura filosofía.
—¡Chop, Chop! Llego a ser un sobrenombre del profesor. Cuando la
circulación del balón estaba viva en el grupo. él acompañaba el ritmo y la
fuerza con modulaciones de tan peculiar expresión, ¡Chop, chop! ¡recibe y pasa!
Funcionaba y funciona cuando en cualquier tarea de la vida, cuando el ánimo y
la fuerza decae ¡Chop, chop! Te facilita un nuevo impulso.
—Posición de base. Forma una
parte esencial del aprendizaje. Sin embargo, siento que profesores más
modernos no lo enseñan. La posición de base es enseñar la predisposición a
actuar, aquel acto que te recuerda para que estás allí. No es una posición decorativa.
—Posición equilibrada y lógica que
predispone para la acción posterior
—Esfuerzo continuado de atención.
—Tensión muscular regulada. Ni
mucha ni poca.
—Cabeza erguida, tronco ligeramente
inclinado adelante y el peso entre los dos pies.
Si sacas estos términos
del contexto deportivo, funcionan como un compendio de autoayuda para evitar la depresión.
Yo he utilizado esa filosofía para hablar del equilibrio, hablando de expresión
corporal.
—Como conseguir la superioridad (tres contra dos). Eso no lo he
aprendido todavía, pero tiene que ser definitivo para sobrevivir.
En aquellos momentos en los que él
llego al deporte “la cultura deportiva no gozaba
precisamente de afecto y comprensión en el mundo humanístico en general. Menos
aún, los responsables políticos que dirigían el sector”. Ahora, en el
artículo al que me refiero, Juan de Dios reclama a la nueva presidenta del
consejo Superior de Deportes “la gestión humanística que algunos esperamos, aceptando
como prioridad la urgencia que exige la Ley del Deporte, más necesitada de
política que de redacción”. Eso es lo que él hizo cuando tuvo que hacerlo y puede
exigirlo.
Yo no saqué una buena
nota, un seis o algo así. Se desesperaba conmigo porque, buen atleta y
saltador, me veía suspenderme sobre las barreras de manos de los defensores, el
brazo armado…
—¡Subes como Dios! Te
quedas a tomar un café entre las nubes y luego… ¡Pluf! Tiras como una niña de
trece años. ¡Rompe la red!
Acabamos encontrando
sentido a sus gritos, el choque para ganar el espacio, el espacio es del
primero que lo ocupa, el contacto y agarre como forma de marcar territorio,
como una metáfora, la agresividad necesaria, jamás se le oyó hablar en sus
clases de devolver el golpe, venganza ni rencor.
En 1976, en plena
huelga por el futuro de la profesión, un grupo de alumnos decidimos hablar con
los profesores que habíamos tenido y decirles lo bueno y lo malo de su
docencia. Una osadía de la autogestión estudiantil, en boga en esos momentos.
Preparamos la reunión, las cuestiones que ya he señalado al principio del artículo
y nos reunimos con él en la cafetería. En realidad, ya nos habíamos rendido a
la evidencia de que Juan de Dios, era uno de los mejores profesores que tuvimos
y que hayamos tenido nunca. Yo, que era tímido y de comportamiento individual
de atleta, en sus clases aprendí a depender y responsabilizarme del grupo, la actitud estoica
del jugador de balonmano, a anticiparme, a saber y entrenar tanto como para que
nada te coja de sorpresa. Le planteamos críticas de forma, cuestiones banales.
—¿Eso es todo? Yo
necesito un poco de bronca. No hago las cosas todo lo bien que quisiera. Os agradezco
lo que decís, pero prefiero el choque. Yo soy el profesor, vosotros los
alumnos, no podemos estar de acuerdo. Y nos ganamos una bronca, por blandos.
Ya no volvimos a verle
en funciones docentes. David, el autor de los apuntes, y yo trabajamos en el
Puerto de Sagunto y volvió a enamorarnos el balonmano y su gente. Volvimos a
reconocer deportistas generosos, entregados y sabios. Juan de Dios pasó por
allí con motivo de algún campeonato, se alegró de vernos.
—El Puerto de Sagunto
es una buena zona balonmanera. Disfrutar.
Así lo hicimos. En el
Puerto pudimos amar un deporte que estaba en las antípodas de nuestras
cualidades. Hoy, si alguien me ve siguiendo a un equipo deportivo que me busque
en el balonmano, en el Puerto de Sagunto. Son tantos los jugadores y
entrenadores que son nuestros amigos, a los que queremos y admiramos que
resultan inabarcables. Solo un nombre, otro, que represente esa sensación de
que el balonmano es una buena escuela para la vida, Jesús Galindez.
Estupendo artículo, del que todos salimos "bien pagados": alumnos de Juan de Dios que no somos "balonmaneros", El Puerto de Sagunto y toda su afición y Jesús Galindez en particular, que te estará, como siempre, muy agradecido.
ResponderEliminarYo estoy algo abrumado; nadie, ni siquiera Juan de Dios, había reparrado en esos apuntes y desde luego nadie me había dicho que fuera organizado. Je je.
Bueno, a pesar de todo, estoy orgulloso de haber aportado algo a tu blog y de haber compartido profesión y tantas cosas más.
Sois muy grandes los dos, nos marcasteis a muchos de nosotros con vuestras enseñanza en esos primeros años de ejercer en Puerto Sagunto al igual que Juan De Dios nos marcó a los que seguimos practicando balonmano con cierto nivel después. Gracias Luis y David... David y Luis 👌🏾
EliminarMe has puesto colorao. No me ves pero seguro que me imaginas, igual que yo a ti. No había espacio para más pero en ese artículo faltan muchos nombres de los que he aprendido mucho, muchísimo, del Puerto Balonmano. Otro día te lo cuento. Un abrazo
EliminarNunca podré olvidarte a ti y tampoco a David en ese Ovni que todavía huele a balonmano . Mi primer equipo un cadete que años después descubrí que fuimos el primero del BM Puerto Sagunto y que fuimos los primeros de una cosa que entonces se llamo Juegos Experimentales Escolares y que resulta que sigue existiendo como Jocs Escolars de la Comunitat Valenciana . Después de gente con mucha voluntad y poco conocimiento de la Preparación física , observar cómo un gordito como yo era capaz de mejorar sus rendimientos gracias a vosotros es algo que jamas podré olvidar .
ResponderEliminarQué bien, Weiss y Baun otra vez juntos aquí, siempre juntos en el juego, en el gozo… y hasta en el balonmano. Buena entrada al blog.
ResponderEliminarHoy he podido compartir contigo aquellos recuerdos de Juan de Dios. Mis primeras clases de Balonmano resultaron aterradoras en el INEF de Madrid ( único entonces). Recién aterrizado de las islas, y en pleno proceso de adaptación a mi vida en la península, como la denominamos los canarios, aquella sucesión de gritos y exabruptos era demasiado para mí débil indómito carácter. Aprendimos a quererle y aprendimos Balonmano. Aunque siempre me pregunté si había necesidad de aquellos atropellos y sustos constantes.
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