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domingo, 26 de abril de 2020

Louis-Ferdinand Céline Viaje al fin de la noche.

Mentir, follar, morir´

Louis-Ferdinand Céline (1894-1961)  escribe Viaje al fin de la noche en la década de 1930, pero habla de experiencias anteriores, de la década de 1910. Es decir, narra vivencias que transcurren contemporáneas con la obra de Erik Satie —el músico, cuya obra Deportes y Diversiones, tenemos como referencia de este blog—.

Por eso, cuando ambos hablan de las carreras de caballos, hacen referencia al mismo tópico o la misma realidad. Para el músico, un hipódromo es un lugar absurdo, de ritos ociosos y emociones impostadas. Así la imagen de un hipódromo es la de un juego burgués.

“Se pesan los caballos, se rompe el programa, se apuesta, se ponen en línea ¡Salida!. Todos con la boca abierta, un anciano se vuelve loco”.

Ferdinand Bardamuel protagonista del Viaje al fin de la noche, pasea por el Bois de Boulogne con Lola, “Nunca me cansaba de recorrer aquel cuerpo americano…” y se acercan al lugar donde estuvo el hipódromo. Lola le dice:

 “Este lugar debía ser muy bonito antes de la guerra —observaba Lola— ¿Era elegante? Y las carreras de aquí ¿Eran como las de Nueva York?”

Ferdinand no había ido nunca a las carreras antes de la guerra, e improvisa lo que supone que quiere oír Lola:


“Los vestidos, las señoras elegantes, las calesas resplandecientes, la salida…las cornetas alegres y espontáneas… El salto del río. El presidente de la República, la fiebre ondulante de las apuestas… “

A Lola le gusta tanto su relato que descubrió en él un gusto común por las solemnidades mundanas ¿Crees que volverá a haber carreras en el hipódromo? Le dice emocionada. Misión cumplida, el relato le sirve a Bardamu  para obtener lo que pide a la vida en ese momento de la historia, en el que está prohibido cualquier cosa que no sea “mentir, follar, morir”. El deporte debe adaptarse a esos comportamientos si quiere ser tenido en cuenta.

No es tan raro si pensamos en los valores deportivos que se atribuye a sí mismo Christiano Ronaldo: guapo, rico y buen jugador. O el comportamiento de los deportistas que exhiben los valores de su éxito en fiestas con los chicos y las chicas más guapas, adornada la piel de fantasías infantiles y runas de intención fascista, los coches caros, los pelos cardados, los yates. O aquellos que solo ven en la victoria la humillación del rival, enfrentamientos territoriales o la ocasión para la violencia. Esos son la imagen del éxito y el modelo de los valores del deporte para algunos. 

Philipe Roth pone en boca de un deportista de La gran novela americana la siguiente reflexión:

“No, mi corazón nunca lloró por la humanidad, ni por la clase obrera, sólo por mí, por el número 19”.

Para Celine el juego forma parte de la farsa que interpreta la humanidad. En su obra, las referencias al deporte son metáforas para ilustrar la imagen de una sociedad zafia a la que no tiene nada que agradecer.

Gimnasio de Segovia. INEF Madrid
Volverá sobre las carreras de caballos, ya pasada la mitad de la novela, como un tema de sobremesa, adecuado para acabar a hostias.

“También encontramos por el camino a tres jovencitos blancos de la raza de los que frecuentan los domingos los partidos de rugby en Europa, espectadores apasionados, agresivos y paliduchos.”

Al describir un váter público en Nueva York, hace una descripción apestosa del ambiente “en medio de sus olores, rojos como tomates, con el esfuerzo de soltar sus porquerías delante de todo el mundo, con ruidos bárbaros. Entre hombres, así, a la pata la llana, entre las risas de todos los que había alrededor, acompañados por las expresiones de aliento que se dirigen como en el fútbol”. ¿Quién no ha pensado en algo así cuando escucha los gritos y suspiros de algunos tenistas? Y sigue. “Primero se quitan las chaquetas, como si fueran a hacer un ejercicio de fuerza…” luego continúa con expresiones cada vez más cochinas. Con la tradicional orgía de adjetivos de esta novela. Más que orgía de adjetivos, una defecación ilustrada.

Cuando Bardamu se ve necesitado del trabajo para sobrevivir, entre otras soluciones, piensa si será tan buen negocio como dicen “Transformar mi comedor en estudio de cultura física. Alguna información debe tener sobre el valor de ese deporte, cada vez más implantado en la sociedad, porque en un momento dado, refiriéndose al transporte en bicicleta, considera que el “deporte también desarrolla los músculos”. También, puede querer decir que, además de vivir y follar, montar en bici te pone fuerte.

En fin, la mirada descarnada de Celine sobre la sociedad, nos dibuja personajes, el propio escritor y Bardamu, sin afecto por la sociedad. Pero también nos llama la atención del papel banal, intrascendente y, desde un punto de vista extraterrestre, absurdo del comportamiento deportivo. Un comportamiento visible, en estos tiempos de pandemia vírica, cuando está en duda el valor social del tinglado económico del deporte espectáculo. Bardamú, vería estupefacto como el Estado y el dinero corren a rescatar a la práctica adinerada de unos pocos, olvidando la necesidad de la mayoría, y no dudaría en calificar este comportamiento de “infame y repugnante canalla”. Así se las gasta Celine a la hora de calificar.

Pero vamos a lo que nos ocupa. Cualquier lector puede terminar de leer el libro y no ser consciente de si en él se habla de deporte o no. Apenas lo nombra. Pero a veces los silencios son clamorosos. Celine (1894-1961), no se ocupa de descalificar al deporte ni de analizarlo. Se acuerda de él cuando sus relatos le conducen a un paisaje o necesita una metáfora especialmente repulsiva. No considera que el deporte sea un lugar de virtudes. Es una mierda, como la cultura occidental y como todo el mundo.

Esa cultura de la que abomina al verse inmerso en una guerra (la primera guerra mundial) en la que los hombres son enviados a la muerte como ganado, dirigidos por mandos militares psicópatas y a favor de los buenos negocios que se hacen a costa de la industria de matar.
Este libro ha sido analizado hasta la saciedad. Ha provocado terremotos culturales y sociales. Polémicas sobre su autor y su contenido y sobre todos los aspectos del comportamiento cultural y social de occidente. La lectura en “clave deportiva” de Celine puede resultar insólita y, hasta cierto punto osada. Pero es bueno no situarse al margen de la sociedad, ni siquiera cuando vienen dando palos.

No sé si decir, como digo tantas veces, que hay que leer el libro entero. Yo sí que lo he hecho, dos veces. Pero conozco más gente que no lo ha terminado, que lectores han llegado al final. Y lo comprendo. Lo que sí que es imprescindible es leer hasta que el protagonista viaja a América. Nadie debía pasar por este mundo sin haberlo leído y entendido.





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