Mientras me rascaba la barriga, balanceándome en una hamaca,
con un trozo de mar casi al alcance de la mano, el mundo seguía: se jugaba el
mundial de fútbol, cumpliendo inexorablemente su fase de equipos, sus octavos,
sus cuartos y ya solo queda la final y el humillante partido para tercero y
cuarto. De los periódicos que leía, después de hacer el crucigrama, recortaba
todo aquello que escriben los escritores sobre el fútbol. Lo que escriben los
que cobran por escribir y no los que cobran por jugar. Curiosas lecturas de las
que daré cuenta otro día.
Mis paseos de la tarde, en horario de fútbol, me sirvieron
para darme cuenta de que había pasado a formar parte de un colectivo que ni sabía que existía pero que era muy numeroso: Aquellos que no vemos los partidos pero que, cuando
pasamos al lado de una terraza en la que muchos lo están viendo y oímos rugir
por un gol, nos acercamos a la pantalla para saber quién ha marcado y de paso
enterarnos de quienes estaban jugando.
Estoy soñando con ver la vuelta de la conciencia de clase y la imagen del negocio del fútbol como metáfora de la injusticia social. Quien
sabe, tal vez a partir de ahora, los trabajadores dejen de ver el fútbol y de
votar a la derecha.
La imagen está tomada y manipulada de https://www.realmadrid.com/
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