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miércoles, 6 de enero de 2021

Woody Allen. A propósito de nada.

 

Parecer intelectual, parecer deportista

En su libro autobiográfico A propósito de nada, Woody Allen nos dice que del deporte le gusta el beisbol, el baloncesto y verlo en la televisión. Le gustó mucho participar, y de joven jugó al béisbol de segunda base en la liga escolar. Y para describir alguno de los prejuicios más frecuentes sobre la relación de la inteligencia con el juego y el ejercicio físico, lo que hace es aclarar dos errores sobre su imagen corporal y la actitud física que la gente le presupone. Porque es pequeño, delgado y lleva gafas, se le presupone un intelectual y por tanto no puedo haber sido muy atlético. Esto es inquietante, porque no son los intelectuales los que le clasifican entre los ajenos al deporte, sino la sociedad en general y posiblemente los propios deportistas.

No vale que él diga lo contrario, está seguro de que nadie le va a creer “No espero que creáis mi palabra” y nos remite a los chicos del barrio con los que compartió infancia y juventud. “Yo corría rápido y había ganado algunos torneos, jugaba muy bien al béisbol y albergaba la fantasía de dedicarme a ello profesionalmente…” En cierto modo, tiene razón, suena un poco fanfarrón. Es como aquellos saltadores de longitud o lanzadores de peso mediocres que, según pasan los años, van añadiendo centímetros a sus saltos o lanzamientos, hasta acercarse a algún récord mundial. “También jugaba al baloncesto en el patio y era capaz de atrapar una pelota de fútbol americano y lanzarla a un quilómetro y medio de distancia”.

Por fin nos habla del abandono de la práctica deportiva. Ya había mencionado que su ilusión por dedicarse profesionalmente al béisbol había cesado cuando empezaron a pagarle por escribir. Pero el abandono del béisbol tiene fecha y causa.  “Un día, cuando estaba caminando hacia mi posición de jardinero, un jugador más joven me dijo. No se preocupe señor Allen, si no llega a alcanzar alguna pelota, yo le ayudo”. No le sentó bien el comentario, pero ese mismo día vio como le pasaba al lado algún lanzamiento que en otros momentos hubiera “perseguido, autografiado y atrapado”. Ese día, al sentir que ya no podía dar de sí lo que el juego exigía o que la práctica deportiva retrataba el paso del tiempo, dejó los guantes, pidió que le sustituyeran y no volvió a jugar. Algunas razones más habría porque no hay para tanto en el suceso que describe. Algo ocurre con su ego y con una concepción exclusivamente competitiva y exhibicionista del deporte, porque se sintió tan humillado que dice sentir vergüenza aún, cuando a los ochenta años escribe su autobiografía. Aunque también el relato puede ser mentira, una licencia literaria sobre un tema secundario en su biografía, que pensó que nadie iba a fijarse en ella y desmenuzar.

Él, que tanto tiempo dedicó al psicoanálisis, no le dedica ni una línea a analizar su abandono. Simplemente parece entender el deporte como un juego que se practica mientras se tienen las cualidades adecuadas y que no hay que persistir hasta el ridículo o el fracaso. En este libro no vuelve a hablar de lo físico en el juego, de la salud ni del cuerpo del actor. Sólo que le gusta ver deporte.

Woody Allen. A propósito de nada. Autobiografía. Alianza 2020

 

1 comentario:

  1. Más bien parece otra broma de Allen, otra construcción de su personaje favorito, pero en fin. El episodio me trae el recuerdo de mi deserción del futbol, ya convertido en 'futbito' (vaya palabro, por cierto) desde muchos años antes, o del tenis. Sí, claro, la edad, ser consciente de tus limitaciones, avistar el peligro de las lesiones y todo eso. Jugué al dichoso futbito hasta casi los cuarenta, quiero decir en competiciones menores. Y recuerdo que cuanto más me acercaba al final, cuanto más 'viejo' me hacía, más me obsesionaba. Pero el día que un árbitro me expulsó del campo comprendí que se me había acabado la pólvora, que ya tiraba mano de aquellas guarrerías que de joven detestaba en los veteranos, aquellas trampillas, aquellas marrullerías de los malos perdedores. Y aquel día dije adiós al futbol, porque había encontrado la excusa perfecta. I qui no es consola és perquè no vol. Un abrazo.

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