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sábado, 13 de diciembre de 2025

La Funció. Rosa Barberá y Nando Pascual

LA FUNCIÓ. Rosa Barberá y Nando Pascual. Texto Pere Molina. Dirección Joan Miquel Reig

 
Ayer fui a ver La Funció en el Teatre Patraix. Este teatro es una de esas salas pequeñitas que hacen el teatro más humano y te interpela, como si te invitara a subir a la escena. Me encanta el teatro así porque los espectadores casi dejamos de serlo, estamos en el mismo espacio que los actores y acompañamos sus idas y venidas con pequeños gestos, que nos hacen participar de lo físico que tiene el teatro. De que los acompañemos con las emociones se encargan ellos, Rosa Barberá y Nando Pascual, con una actuación que va ganando en intensidad y proximidad hasta hacernos parte. Y entonces llega el final y nos damos cuenta de que hemos estado inmersos en una realidad... No reventaré el final.

El teatro invoca la complicidad inconsciente del público y la magia de sus oficiantes (autores, directores, libretistas) con una diferencia que nos podría hacer recelar: que los actores saben el final y nosotros no. Cuando se rompe esa barrera y tenemos la sensación de que ellos han descubierto el final al tiempo que nosotros, sabemos que ha merecido la pena. Es el caso.

Yo voy al teatro con frecuencia, pero muy pocas veces hago referencia a ello en este blog dedicado a los deportes y diversiones. Recuerdo haberlo hecho tres veces. Fui a ver La Respiración, con texto y dirección de Alfredo Sanzól y me encontré la parodia de un profesor de educación física gritón y de gestualidad fascistoide. También fui a ver Las Troyanas, la obra de Eurípides versionada por Alberto Conejero. Fui porque quería volver a ver la distancia de las mujeres con la guerra. La tercera vez que he hecho referencia a una obra teatral fue cuando vi Vania, la obra de Chejov dirigida por Àlex Rigola. Allí lo que vi fue a los actores, Ariadna Gil, Irene Escolar, Gonzalo Cunill y Luis Bermejo haciendo su ritual de entrenamiento, mientras recitaban partes del texto. Este es un momento del oficio de actuar que no se suele mostrar al público, aunque cuando en el teatro se habla del teatro no es rara esta referencia.


En La Funció también se recurre al entrenamiento actoral para provocar la proximidad de los actores y la atención del público. El entrenamiento actoral, training lo llamaban quienes a mí me lo enseñaron, es un momento muy físico en el que por medio del cuerpo se invoca la implicación del cuerpo para que recuerde las emociones. Es por tanto un dominio de la expresividad corporal y por eso un recurso muy valioso para la educación física. Además, ya lo he dicho, cada vez vivo de forma más física mi presencia en el teatro, mi empatía con quien despierta en mí emociones. Pero además hay otra razón muy importante que justifica la atención que presto a esta obra. El libreto es obra de un profesor de educación física. Uno de esos profesores que a fuerza de reflexionar sobre que es lo que se aprende con el cuerpo en movimiento y como se hace, ha encontrado en la literatura, el relato y el movimiento escénico una implicación integrada de todos los potenciales que nos hacen humanos y que podría ser el objetivo más valiosos de la educación física. El libreto, el guion que mueve a los actores, pulido por todos los protagonistas de este proyecto, La Funció, es un texto dinámico, que acompaña o provoca la acción, que empuja o paraliza, golpea o acaricia. Esa es la presencia del profesor, de quien tanto sabe del movimiento y lo ama. También aparecen referencias al deporte, al fútbol, metáforas de la alienación que promueve lo desmesurado sin objetivos que no sean el consumo de emociones enlatadas y, con demasiada frecuencia, malintencionadas.

El teatro, la danza, la expresión corporal son manifestaciones de la sensibilidad que nos remiten al cuerpo y eso no debe ser obviado ni olvidado por quien se implica en la educación.

 

 

martes, 15 de julio de 2025

Esta no es una historia de fútbol, ¿o sí? J.A. Aunión


 Hacer deporte tiene sentido si te cambia la vida. Un nuevo desafío para el deporte.

 

Espacio histórico de la Casa de Campo de Madrid

La implantación social del deporte ha ido ganando terreno (y a veces perdiéndolo). Por referirnos solo al deporte en su forma moderna podríamos observar varias formas de transición en su uso. De la aristocracia a lo popular. de la élite a lo común, de lo excepcional y ridículo a la normalidad, incluso a ser tendencia en modas y hábitos, de lo masculino a lo femenino, de ser peligroso para la salud a ser la panacea del bienestar (y viceversa), de la afición a lo profesional, de ser motivo de chanza “unos adultos en calzoncillos corriendo detrás de una pelota” a envidiar y desear la suerte del tener un hijo en la élite del deporte (del que da dinero). El deporte ha ganado en masa de practicantes, aunque a veces se han perdido, a favor de la comercialización, valores populares y humanos que es lo que hace valioso al deporte. Pues bien, en este momento, el deporte se encuentra en la disyuntiva de ser baluarte en contra o punta de lanza a favor de la inclusión y la superación de los estereotipos de género.

Para hablar del deporte para todos, como un juego popular e inclusivo, aprovecho un artículo de El País Semanal de fecha uno de julio de 2025. que con el título Esta no es una historia de fútbol, ¿o sí? cuyo autor es J.A. Aunión y las fotos de Manuel Vázquez, en el que habla sobre las razones y la forma en la que miembros del colectivo LGTBI+ han fundado un club para jugar al fútbol. El club del que se habla es el Stonewall FC nacido en Londres en 1991, considerado uno de los equipos LGTBIQ+ más exitoso del mundo.

Iré al artículo un poco más adelante, porque antes quiero hablar de algunas experiencias que he conocido sobre el intento de hacer inclusiva la práctica deportiva frente a la presión mediática del deporte espectáculo y profesional. Naturalmente, solo hablaré de lo que tengo en la memoria, porque esta no es una investigación, así qué, en lo que yo diga caben todas las excepciones que tengan que ver con la experiencia del lector.

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viernes, 7 de febrero de 2025

Moby Dick. Herman Melville (1819-1891)

Es mejor dormir con un caníbal sobrio que con un cristiano borracho. 

https://classicrants.wordpress.com/wp-content/uploads/2012/08/mobydick_queequegxishmael.jpg?w=640
Esta parte del libro la leí entre el regocijo y la sorpresa. La relación entre Ismael y Queequeg empieza porque tienen que acostarse en la misma cama. Y es que el mesonero del Mesón del Surtidor le había ofrecido a Ismael compartir la cama con aquel arponero, y esto le tenía inquieto.

A ningún hombre le gusta acostarse con otro...Y cuando el caso está en dormir con un extraño, en un mesón desconocido, de una ciudad extraña, y con aquel arponero desconocido, entonces los inconvenientes se multiplican indefinidamente”. 

Para aceptar dormir en su misma cama tuvo que hacer un esfuerzo racional,

...empecé a pensar que tal vez abrigaba prejuicios no justificados contra aquel desconocido arponero... ¿Quién sabe? Al fin y al cabo, tal vez hagamos buenas migas”.

sábado, 18 de enero de 2025

Moby Dick. Herman Melville y Eduardo Gras

 La educación física y la aventura 

Encontrar en la información que llega del cuerpo las razones de lo que se hace o se desea, es la forma primaria de apelar a la educación física. El cuerpo es inductor de las emociones, el soporte de lo posible, objeto que recibe el placer o la agresión primera de lo externo y, porque sabemos todo esto, es susceptible de ser entrenado, preparado, dispuesto para asumir lo que se quiere y lo imprevisible. Esa invocación de lo corporal es lo que hay de físico en los personajes de Herman Melville (1819-1891) que van en busca de Moby Dick.

Así, el narrador de la peripecia, de la que todos conocemos a grandes rasgos el relato, se presenta,

“Llamadme Ismael. Hace años, no importa cuantos exactamente, hallándome con poco o ningún dinero en la bolsa y sin nada de especial interés que me retuviera en tierra, pensé que lo mejor sería darme a la mar por una temporada para ver la parte acuática del mundo”

viernes, 3 de enero de 2025

Begonya Mezquita. Feridura

 

El cuerpo, la palabra y la memoria.

 Begonya Mezquita. Feridura. Edicions del Buc

Desde que nacemos cambiamos y no nos preocupamos de las razones, creces y creces y no pides explicaciones a tu cuerpo. No necesitas gimnasia ni tutores, creces y ya está. Pero no siempre es así, a veces, después de haber crecido, haber caminado, bailado, incluso, quien sabe, haber hecho juegos de manos o piruetas, el cuerpo se detiene o se alborota, se desbaratan las habilidades cotidianas como coger una cuchara, levantarte para abrir la puerta, echarte las manos a la cabeza. No contabas con eso, con tener que prestar atención a cada paso que das. Entonces ¿Qué pasa? De eso nos habla Begonya Mezquita en su poemario Feridura. La feridura es la denominación catalana del ictus.

A pesar de ser lector de poesía, se me escapa el criterio por el que pueda evaluar una obra poética, no lo intentaré. Feridura me ha emocionado y, al leerlo, me he visto inmerso en la expresión de un momento vital que entendí que tenía mucho de vivencia corporal. El poemario es una llamada, un grito, sobre la importancia de la percepción corporal en la conciencia de ser.