Mentir,
follar, morir´
Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) escribe Viaje al fin de la noche en la década de 1930, pero habla de experiencias
anteriores, de la década de 1910. Es decir, narra vivencias que transcurren
contemporáneas con la obra de Erik Satie —el músico, cuya obra Deportes y
Diversiones, tenemos como referencia de este blog—.
Por eso, cuando ambos hablan de las carreras de caballos, hacen referencia al mismo tópico o la misma realidad. Para el músico,
un hipódromo es un lugar absurdo, de ritos ociosos y emociones impostadas. Así
la imagen de un hipódromo es la de un juego burgués.
“Se pesan los caballos, se rompe el programa, se
apuesta, se ponen en línea
¡Salida!. Todos con la boca abierta, un anciano se vuelve loco”.
Ferdinand Bardamu, el protagonista del Viaje al fin de la noche, pasea por el Bois de Boulogne con Lola, “Nunca me cansaba de recorrer aquel cuerpo americano…” y se acercan al lugar
donde estuvo el hipódromo. Lola le dice:
“Este lugar
debía ser muy bonito antes de la guerra —observaba Lola— ¿Era elegante? Y las
carreras de aquí ¿Eran como las de Nueva York?”
Ferdinand no había ido nunca a las carreras antes de la guerra,
e improvisa lo que supone que quiere oír Lola: