20121008 El
deporte. Un lugar donde huir
Perché
perché...La domenica mi lasci sempre sola, per andare a vedere la partita di
pallone, perché, perché…(Cantada
por Rita Pavone 1963)
Los hombres
huyen de las mujeres (sigo utilizando la idea y las razones de Agustín García
Calvo) porque interfieren la lógica de sus prioridades; a ellas disputan el
poder.
Para encontrar
un espacio propio de poder es necesario alejarse, diferenciarse, marcar un
territorio donde ser admirados y el deporte podría ser una buena idea. Pero:
- El dominio
sobre el espacio y el tiempo y, tal vez, sobre el vértigo, es agotador y tal
vez absurdo, lúdico e inocuo. Además, eso lo podemos aprender juntos y
compartirlo hombres y mujeres.
- El dominio
que, al practicar deporte, se adquiere sobre los sentimientos, sobre la
sensibilidad o el conocimiento, es lo que nos hace iguales. No interesa.
Esas razones
para hacer deporte no valen para diferenciarse y alejarse. Había que construir
una coartada que excluyera a las mujeres, había que construir un oxímoron de
violencia fingida y valores nobles, que las espantara, como les espanta la
guerra. Como espantó la de Troya a las mujeres que tienen voz en los escritos
de Homero y Eurípides:
Morirán los
victoriosos apenas se embarquen, no verán a sus hijos y no serán vestidos por
las manos de sus esposas, sino yacerán en país extranjero. Sus mujeres morirán
viudas, otras perderán a sus hijos. (Voz de Casandra en Las troyanas.
Eurípides)
Tantos los
dolores que sufrimos, asolada nuestra patria, desde que los dioses nos fueron
adversos. Cadáveres ensangrentados yacen en los templos para servir de pasto a
los buitres, y Troya sufre el yugo de la esclavitud. (Voz de Andrómaca en Las troyanas.
Eurípides).
Todas, también
Helena, intentaron parar la guerra invocando en los hombres su condición de
padres, maridos, amantes o a su prudencia. Quisieron que buscaran en la palabra
un espacio donde entenderse. No era fácil.
Para no oírlas,
los griegos enviaron a Tersites para que comunicara su suerte a las troyanas:
la esclavitud, la muerte y la de sus hijos. Y enviaron a Tersites porque era
capaz de hablar con las mujeres, de encontrarse en un lugar común:
“Quiero
explicaros lo que yo sé, para que así vosotros comprendáis lo que yo comprendí:
la guerra es una obsesión de los viejos que envían a los jóvenes a librarla”.
“Entonces me
di la vuelta y busqué a Nestor, al viejo y sabio Nestor. Quería mirarlo a los
ojos. Y en sus ojos ver morir la guerra, y la arrogancia de quien la desea, y
la locura de quienes la libran”.
Pero a Tersites,
que es capaz de hablar con las mujeres, lo desprecian por feo y, por ser
sensible, le espetan ser el peor de los guerreros y solivianta a los griegos y
los aqueos. Odian más a Tersites que a su enemigo en el partido (perdón, en la
guerra).
La guerra la
viven los guerreros en reuniones en las que exaltan su valor y astucia. Habla
Héctor:
“Ahora
intercambiemos valiosos presentes, para que todos puedan decir: Se han batido
en un duelo cruel, pero se han separado en armonía y en paz… Y en el banquete
dejé que todos bebieran y comieran y, luego, cuando los vi cansados, les pedí a
los príncipes que me escucharan.” (Homero. Iliada. Alexandro Barico. Anagrama 2005)
Esto les pone:
la mezcla de rudeza, sangre y noble hermandad. Así como la belleza de sus
armaduras relucientes y sus caballos bellísimos.
¿Qué mejor
modelo que la guerra para excluir sensibilidades de paz, crianza y diálogo?
Para perpetuar
la separación, guerreros y sacerdotes, cuando ya no hay guerra, fundan un
trampantojo olímpico de carreras, y luchas en las que invitan a los dioses y
excluyen a las mujeres, para que no les vengan con monsergas, que ya han tenido
bastante con sus lamentos por las muertes de sus hijos y sus maridos y haber
sido vendidas como esclavas. Tal vez como una huida hacia delante, incapaces de
dar la cara por abandonarlas cuando las cosas van mal, en las derrotas. Y lo
hacen a lo grande: con todo el dinero del estado y con todo el poder en juego.
Hay que
reconocer que consiguieron un buen producto, pero no es la mejor manera de
empezar la historia del deporte.
En España Gelu
tradujo: “por qué por qué,
los domingos por el fútbol me abandonas…” Al final de la canción hablan de
su venganza, pero de esto hablaremos otro día.
La adulación que
te hace sentir poderoso o te da un hueco entre los “admirados” es la condición
para la adhesión al deporte. Infalible con los adolescentes, es habitual que su
efecto sirva durante toda la vida: a individuos, a tribus y a pueblos enteros.
De eso hablaremos el próximo día.
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