Hormigas sin sombra. El libro
del haiku. Antología paseo por Maurice Cayaud. DVD ediciones
AVENA
SILVESTRE
Lluvia de
plata
si la
desgrano y la
lanzo al
cielo.
Luis Antolín
David Ayora
Un momento que
podría ser olvidado inmediatamente, el juego lo hace inolvidable.
He parafraseando un renglón de
este libro, que si lo subrayáramos tendríamos que hacerlo línea por línea. Más
valdría emborronarlo, olvidarlo para que te deje vivir sin recordarte lo
frágiles e ignorantes que somos.
Estaba haciendo una lectura,
embelesado en el arte de decir sin gritar, de insinuar, de contradecir, de
contrastar con las palabras lo visto y sentido, soñando con ser tan sabio como
todos los sabios que nombra el autor. Cuando me encontré con una referencia a
Erik Satie y su creación Deportes y Diversiones (traduce deportes y
entretenimientos), a los que dedica un espacio en el que hace referencia a los
músicos que hacen creaciones cortas, resúmenes musicales en busca de lo
esencial de la música. Además de ser el titulo de este blog, a esta composición,
Deportes y Diversiones le dedica un párrafo en el que resalta la actitud
juguetona del músico, que es lo que yo pretendo resaltar,
“instantáneas irónicas
agrupadas por Satie bajo el título juguetón de Deportes y Entretenimientos”
El título juguetón, dice, lo leí
y me di cuenta de que, a lo largo de esta lectura, en la que se habla de
palabras y emociones, aparece con frecuencia la palabra juego, así qué, cuando
acabé la lectura del libro, volví sobre las líneas ya leídas para ver qué decía
sobre la idea de jugar.
Mirad a ver si os vale. Jugar es,
Crear un lenguaje que no es el
de todos sino el de nadie, es una paradoja, un asentimiento tácito que hace que
podamos compartir el juego (el de las palabras y las normas). Un momento que dura
lo que se acuerda, un acuerdo perfecto limitado en el tiempo, y que escapa a la
finalidad ordinaria del deporte… no dejar huella (hormiga sin sombra).
¿Qué huella puede dejar la
felicidad? ¿Cuál es la belleza siempre entrevista?
Luego defiende la inocencia del juego, frente a la trascendencia de la que se le quiere dotar convirtiéndolo en depositario de valores y responsabilidad individual o social, convirtiéndolo en deporte profesional o educativo.
Desconfía de esa proliferación
de aserciones y razonamientos en que muere ahogada una “verdad” que
estúpidamente soñamos con alcanzar y abrazar (apagar). Tao-ou nos previene con
prudencia “Cuando miréis, contentaos con mirar. Si reflexionáis, os situaréis
ya fuera del blanco”. Los tiradores de arco nipones que todavía hoy cultivan
ese deporte que parece carecer de objetivo (si no es una secreta realización
espiritual) no tiene más reglas. Querer conseguirlo es grosero, pero, sobre
todo ineficaz. Si la flecha debe alcanzar el blanco, no será la voluntad del tirador
quien la conduzca. El deseo de alcanzar algo no es sino la expresión disfrazada
de miedo al fracaso. En cambio, aquel que nada desea, en quien la voluntad no
es un obstáculo para la realización de lo que debe ser, sabe de antemano que el
golpe dado será el bueno. Al verdadero campeón se le reconoce por la cabal
modestia de su estilo. Lo mismo ocurre con el poeta, cuya voz debe ser de una
transparencia absoluta, cuyas palabras, apenas insinuadas, no han de
interponerse jamás. (pág. 21)
Me quiero regodear en dos
párrafos,
“Querer conseguirlo es grosero”
Poner el resultado por delante de la acción, la diversión o la belleza, “es
ineficaz y refleja el miedo al fracaso”, que te hace fracasar. “Al verdadero
campeón se le reconoce por la modestia en su estilo” y la comparación del
jugador con el poeta. No es fácil reconocer en estos párrafos al juego
“educativo” responsable de la salud, el rendimiento o el currículum, pero es el
juego al que yo quiero jugar.
Como el autor, en algunos
párrafos, utiliza la palabra juego para sustituir la de haiku o la de poesía,
yo haré lo mismo, me apoderaré de sus palabras de haikuista para
defender la esencial intrascendencia del juego.
¿Por qué hacer evidente lo que
debe permanecer insinuado? El juego no es el fundamento ni el resultado de
nada. No es portador de ningún mensaje. Son instantes, gestos e imágenes que
nos introducen en un universo extrañamente suspendido, donde toda gravedad se
aligera, donde dicha y fortuna, felicidad y miseria se equilibran con
socarronería.
Los haikuistas (o los
jugadores) son viejos maestros en este juego de prismas, en el que la visión de
una alondra resume el cielo entero, o un grano de arroz, una hoja de hierba, el
rastro de una lágrima sobre una mejilla remite al soñador a las estrellas. Pero
eso no ocurre de forma explícita, es el resultado de la entrega al juego…
Maestros en hacer de un instante el tema de conversación de una vida entera, en
multiplicar por infinito la vida.
En la ventana
viendo el lento verano
sestea el gato.
David Ayora
Así juego, poesía y música quedan
unidas por el vínculo invisible de los creadores, del juego libre en la
búsqueda de lo conciso y esencial. Una especie de reducción que sigue el camino
de lo esencial. La reducción de la complejidad, el juego sin finalidad, solo
responder a la acción requerida (o encadenar palabras, versos, aunque no se
sepa la intención). Tal vez ese sea el interés del juego, que no parezca
importante.
Con la actitud de ser jugador
podemos permanecer atentos al juego imperceptible de los momentos cotidianos,
cuyas posibilidades son infinitas, nos dicen con toda exactitud de que están
hechos los instantes de los que estamos hechos, cosas menudas por las que la
mirada pasa distraída, sin detenerse y que son la trama indiscutible de la vida,
la sustancia de toda memoria.
Canta el ruiseñor
en la rama del rosal
antes de volar.
Ángel Marino
David Ayora, Ángel Marino y Luis Antolín son profesores de educación física
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