20121129 Huida
hacia uno mismo. Negación del poder. Impulso para la fantasía y la literatura.
Había prometido contar algunos recuerdos
del juego de los niños y las niñas en libertad, pero se ha cruzado Haruki
Murakami y prefiero dejarme llevar por lo que me sugiere este encuentro
literario.
Saliendo de la meta |
Murakami y yo recurrimos a las mismas
imágenes para señalar en qué dirección huimos. Escribió De qué hablo cuando hablo de
correr y vi en su
literatura mis diarios de entrenamiento y las fantasías que acompañaban mis sufridas
carreras por los caminos del marjal del Puig y las calles de Benimaclet y
Orriols. Ahora ha escrito Baila,
baila, baila y
cobija mi empeño en ver literatura en la danza cuando escribí para mí y mis
amigos 50 historias que me
han bailado o una fantástica
huida por ríos y charcas de la mano de mi profesora de danza.
Y por esas y otras identificaciones,
tomaré a Haruki Murakami de rehén para decir lo que quiero decir. Aunque, la
verdad sea dicha, es raro que no me identifique con alguien que habla con pasión: John Silver ¡Yujujú y una
botella de ron! Adriano enfrentado a su cuerpo envejecido, el arponero Queequeg
en silencio ante la muerte, Darwin en el Beagle, John Cage y Mercé Cunningham
inventando sonidos y danzas, Igor Ter-Ovanessian saltando ocho metros colgado
de un cuerno de la luna. De todos tengo algo.
En dirección a nosotros mismos, paso a
paso (de carrera o de danza), con el cuerpo que se reconoce en el movimiento,
huimos. Aunque no somos nosotros los que nos alejamos. Lo dice el narrador de Baila, baila, baila: “Mi
vivienda tiene dos puertas. Una de entrada y otra de salida. No son
intercambiables. No se puede salir por la entrada o entrar por la salida. … Hay
distintas formas de salir. Pero al final todos salen.”
No somos nosotros los que huyen, sino de
quien huyen. Porque yendo hacia uno mismo, por mucho que te muevas, permaneces
en el cuerpo siempre anclado a la tierra, que es tierra y es pueblo, y no
supone ni proyecto ni futuro, porque el cuerpo no se proyecta en logros sino en
vivencia, en vida emocionada. Y es masculino y femenino, como la voz que nos
expresa. El cuerpo vivido, sustento de la emoción y de la curiosidad no genera
poder sobre nadie y quien quiere poder no nos encuentra. Y, si lo busca en el
cuerpo, debe seguir su camino por ver si en el deporte (si llamamos deporte a
lo que es ganar o imponerse) encuentra el poder que aprendió que le pertenecía.
Aunque al final sea el otro o la otra
quienes se van ¿qué más da quien se ha ido si, en una foto fija, lo que resulta
es que estamos lejos?
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