Acabo de leer una idea muy bonita, que escribió Felix
Urabayen, sobre los toledanos, que dice que tienen el mar en el cielo y que
tenerlo en la tierra es una vulgaridad.
Estoy echando de menos el mar de la tierra cuando la tarde
me regala un momento como el de la foto. Si os digo la verdad, nada tiene que
ver con la realidad, pero ¿quién quiere vivir de realidades? La foto no está
trucada pero los mecanismos ópticos y electrónicos decidieron resumir así lo
que veíamos. El círculo blanco es la luna, que un instante antes se abrió paso
entre las torres que aún recibían la luz del sol y eran doradas.
Está hecha desde El Ángel. Delante hay una piscina en la que
nadan recuerdos de mi adolescencia. Entre la piscina y la ciudad está el Tajo,
que ya ha dado la vuelta a Toledo y se aleja por una ancha tabla entre el Baño
de la Cava y la primera represa de la antigua Fábrica de Armas. Me dejé llevar
por la corriente, muchos días, acariciado por remolinos que la leyenda dice que son capaces de tragarse a un hombre; joven, a merced del miedo, a favor
de la osadía. A los árboles de las orillas acuden multitud de aves que no sé
como se llaman Un día de estos pasarán por aquí las grullas chillonas hacia
Gallocanta.
Mientras la ciudad se vestía de todos los colores me he
acordado de todos vosotros y también de otro día, con la misma luna, en el
mismo sitio con Manolo y Malen. Entonces y ahora tuve al alcance la mano de
Gloria, que es quien ha hecho la foto.
Este es uno de mis lugares preferidos en
Toledo y quería contarlo. Estáis invitados.
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